Juan José Gil, uno de los artistas más representativos de los 70, exhibe su obra en una muestra en La Laguna (Tenerife)

Catorce pinturas de gran formato de Juan José Gil, uno de los artistas más representativos de la Generación de los 70, se podrán contemplar a partir del próximo viernes y hasta el 2 de mayo en la sala de exposiciones del IES Cabrera Pinto, en La Laguna (Tenerife), dependiente del Gobierno de Canarias.

En ellas se resume la poética y el trabajo de una década (2000-10) del pintor Juan José Gil (Gran Canaria, 1947), con una larga y sólida trayectoria artística, en una constante exploración del lenguaje artístico. En esencia, su pintura explora los condicionantes de la insularidad; la orilla, la isla, como muralla o fuga.

En este sentido, Juan José Gil ha manifestado que en la insularidad "se produce un proceso de antropofagia, algo así como si los volcanes, en lugar de expeler las cosas, nos absorbiesen y pegasen a la tierra". "Al mismo tiempo sentimos la nostalgia del futuro; parece que adivinamos en el horizonte del mar cosas que pueden estar pasando a lo lejos. Ése es el gran debate para el isleño: la necesidad de salir y el miedo de hacerlo, un eterno ir y venir, el regreso al útero y el nacimiento", añadió.

Algo que dice haber querido siempre es introducir en su obra materiales de la cotidianeidad. Estos materiales son meros instrumentos en función de las obras para Juan José Gil, quien insistió en que el trabajo artístico se beneficia si el pintor mantiene vivo el interés por entrar en debates, teorizar, implicarse y no desatender su formación humanística. En sus últimas series ha abierto una nueva dimensión, temática -la casa, el perro, el árbol, la isla de San Borondón.

Según el crítico Jonathan Allen, autor de los textos del catálogo que acompañan a la muestra, de todas las traslaciones del expresionismo abstracto norteamericano a la pintura de las Islas Canarias, una de las más sustanciales la realizó Juan José Gil. Posteriormente el pintor descubre la transvanguardia de Achille Bonito Oliva, que incluía la dimensión simbólica y narrativa. Treinta y cinco años después, esas series de lienzos dedicados a la exaltación del color constatan su experiencia expresionista y semi abstracta e indican, desde entonces, sus claves futuras en las que lo simbólico, así como la escala pictórica, el tamaño físico del lienzo, son desde entonces constantes determinantes.

Juan José Gil elabora una geometría naturalista, sin esas líneas matemáticamente rectas, mimetizando en plena abstracción, los límites naturales entre estado y materia. El color se penetra y relaciona los espacios. La mirada se fija en la profundidad y el vértigo ante formas totémicas y absolutas.

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