¿Qué necesidad tiene de volver con la misma obra?

Más que necesidad es un deseo. Pero es que todavía no he leído nada que me movilice más. Art habla de algo que aún nos interesa.

¿Qué le interesa de la intolerancia?

Pensar qué nos pasa a los seres humanos que no hemos encontrado el punto de equilibrio.

Le veo pesimista.

Creo que vamos en el camino equivocado. Deberíamos haber aprendido a vivir con opiniones encontradas y, sin embargo, somos más intransigentes.

¿Y peca de intolerante?

Soy bastante tolerante y he aprendido a tratar de no creer que soy el dueño de la verdad, cosa que es difícil porque a veces nos creemos el centro del mundo.

Es de los que repite con los mismos directores.

Sí, insisten para ver si me sale bien. (Ríe).

¿Pero por qué más vale loco conocido que por conocer?

Yo soy operaprimista por excelencia. Me gusta la combinación y el entendimiento entre seres distintos. Debo ser una especie de camaleón.

Art desde 1998. ¿En el escenario pone la directa?

En el teatro no existe el piloto automático. De la combinación entre el equipito que está en el escenario jugando y el otro que está debajo jugando a creerse el juego que juegan los otros, surge un resultado que nunca es igual.

¿Qué tiene Darín para ser el argentino por antonomasia?

Sólo he tenido la suerte de participar en muchas historias que han conectado.

Tendrá dos defectillos confesables, ¿no?

¡Tengo dos docenas! Tengo una lucha perpetua contra el ego, la banalidad. No hay que creerse lo que a uno le pasa porque un día el teléfono te dejará de sonar.

Rueda su primera película española. ¿Se queda?

No, no. Soy un enamorado de mi país, mi ciudad y sobre todo, de mi casa, mi mujer y mis hijos. Soy demasiado sedentario.

Pues ahora está de trajín.

Es agotador porque ya no es como cuando tenía 20 años, que te dabas una ducha y aguantabas un día entero sin dormir.

* Teatre Tívoli. Casp, 9 Hoy viernes a partir de las 21.30 horas. Entre 27 y 35 euros.