La grave enfermedad de su madre obliga a Viggo Mortensen a permanecer en EE UU, razón por la que suspendió Purgatorio, que iba a representar en febrero en el Teatro Español. Sin embargo, podremos verlo desde el viernes en La carretera, basada en la novela de Cormac McCarthy.

A priori, parece difícil estar a la altura del texto original...

Es verdad, pero, como ocurrió con el libro, la película va a tocar a la gente. En España, además, se promocionará como lo que es: en EE UU tuvieron miedo a decir la verdad.

¿Qué sintió al leer el libro?

Conocía a McCarthy, pero no pude leer la novela cuando se publicó. Estaba agotado y necesitaba estar con mi familia. Después, me llegó el guión: era fuerte, muy bueno, y corrí a comprar la novela. Me alegró comprobar que el guión había sido fiel a la poesía de McCarthy, a su tono escueto pero lleno de sentimientos. Pensé en lo hermoso que sería trasladar esa relación entre el padre y el hijo al cine, y lo logramos.

¿Qué más le atrajo?

Como actor, era un desafío encarnar a alguien tan parco en palabras. Emocionalmente era duro: tenía que hacer que mis sentimientos fueran mudos, pero tan presentes como un paisaje. En lo personal, me interesó explorar cómo se comporta la gente al límite. Si te lo quitan todo sale la verdad que llevas dentro: puedes ser bueno o malo.

¿Cómo sería usted?

Quiero pensar que honesto y valiente, pero no lo sé... Trataría de ser compasivo. En La carretera, el niño termina recordándole a su padre los valores que él ha perdido por el miedo. El miedo te lleva a hacer cosas terribles: muchas guerras y matanzas han nacido del temor al otro. Los últimos años nos han traído ejemplos de varios gobiernos que nos han llevado a la guerra, al odio, manejando el miedo de la población.

¿Qué más es 'La carretera'?

También es un cuento bonito, que transmite mucho cariño. Leyéndolo, se me rompía el corazón: sentía tristeza, pero también amor por mi familia, por gente que se ha muerto o que está sufriendo.

¿Cómo trabajó el personaje?

Siempre hago lo mismo: imagino dónde ha nacido, me invento su acento, fantaseo con cómo habrá sido su vida hasta la primera página del guión y, en cuanto empieza el rodaje, lo saco todo de mi cabeza y dejo que salga a la luz la conexión entre yo, el personaje y los otros actores. Creo que este papel es el mayor desafío de mi carrera.

Usted, como él, es padre...

Sí, la película me hizo pensar en mi familia, y en cómo con los años dejamos de lado valores como el idealismo o el valor. Tengo una relación fuerte con mi hijo, pero como padre he cometido errores. Ya tiene 22 años, y siento que debería haber pasado más tiempo con él, haberle prestado más atención.

¿Sirve de algo mirar atrás?

De eso también habla la película: de quejarse menos, de apreciar lo que uno tiene. Mira cómo está Haití, ¿de qué me voy a quejar yo? Para el papel también hablé con muchos vagabundos, y encontré gente más feliz que algunos millonarios que conozco.

¿Vendrá al Teatro Español?

Nunca he dejado una producción tirada y me sentí muy mal, pero ahora era imposible. La obra era muy buena, y era un honor trabajar allí: espero poder hacerlo en verano, en otro momento. Ahora, por desgracia, tenía que quedarme aquí con los míos.