Refugiados y vigilados durante 60 años en el campamento palestino de Kalandia

  • Casi 13.000 personas viven flanqueadas por uno de los puestos de control más férreos de los que se pueden encontrar en Cisjordania.
  • La familia Shihada ha perdido a 2 de sus 7 hijos a manos de las balas.
  • No pierden la esperanza de volver a sus tierras algún día.
Un niño, junto a su padre, juega con una pistola de plástico en el campamento de refugiados palestinos de Kalandia.
Un niño, junto a su padre, juega con una pistola de plástico en el campamento de refugiados palestinos de Kalandia.
JOSÉ MARÍA MARTÍN
Un niño, junto a su padre, juega con una pistola de plástico en el campamento de refugiados palestinos de Kalandia.

Kalandia es un campamento de refugiados palestinos situado entre Jerusalén y Ramala que cuenta en la actualidad con casi 13.000 habitantes. Algunos de ellos han nacido allí; otros, en cambio, fueron forzados a abandonar sus casas a finales de los años 40, tras la creación del Estado de Israel.

Precisamente ellos, los mayores del lugar, no pierden la esperanza de volver a sus tierras algún día. No se puede decir que la vida les haya sonreído; hubo un momento en el que se lo arrebataron todo: su hogar, su trabajo... ahora, después de 60 años, tampoco les va mucho mejor.

El campamento de refugiados vive franqueado por uno de los puestos de control -'checkpoints'- más férreos de los que se pueden encontrar en toda Cisjordania. Por allí, según dicen, no puede pasar ningún palestino en dirección a Jerusalén que no vaya provisto de un permiso especial justificado, algo que no todo el mundo puede conseguir.

La familia Shihada perdió a dos hijos

En Kalandia no es difícil localizar vestigios de mártires, familias que años después siguen llorando a alguno de sus miembros perdidos. Es el caso de los Shihada, que tras perder a dos de sus siete hijos no tienen ningún reparo en recibir en su casa a un grupo de periodistas españoles trasladados a tierras palestinas acompañando a la Plataforma de Mujeres Artistas por la Paz para contarles su historia.

<p>Mohamed y Munira, en Kalandia.</p>

Mohamed es el padre de familia, tiene 79 años y su rostro muestra sin esfuerzo la cara del sufrimiento y el cansancio. Munira, su mujer, tiene 70. Cuentan que cuando llegaron a Kalandia "las casas eran de tela y poco a poco, con la ayuda de la ONU, eso hay que reconocerlo, pudieron ir construyendo las viviendas actuales".

No tuvo que ser fácil, sin embargo, para ellos adaptarse a un campo de refugiados en el que, además, se han visto obligados a presenciar la muerte de dos de sus hijos por las balas del ejército hebreo. Con un tono pausado y aún evidentemente afectado, Mohamed explica que "Ismail tenía 23 años cuando murió, en 1998, durante una manifestación contra la ocupación". Enseña entonces la foto de su nieto, también llamado Ismail, que "tenía tres meses cuando murió su padre".

En 2001, prosigue Mohamed, "en medio de la Segunda Intifada los israelíes bloquearon el campamento y mi hijo Yassim llegó un momento en el que ya no pudo más e intentó salir para buscar trabajo. Allí, muy cerca del checkpoint, fue tiroteado". Tenía 20 años y hoy sus fotos, y las de su hermano, empapelan gran parte de la casa de la familia Shihada.

El padre de familia cuenta también que recibe una subvención de la Autoridad Palestina de 150 euros por sus dos hijos muertos. Al preguntarle si aún hoy siente miedo, no oculta que "el ejército entra en Kalandia casi todas las noches. Sí, tenemos miedo", afirma, a la vez que reconoce que la ayuda humanitaria "se ha reducido a la mitad" y que sigue teniendo intacta la esperanza de que "algún día volveremos a Birmain", su ciudad natal.

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