Haberlas haylas, y se pueden ver ahí, en las esquinas, colgando de sus soportes como espadas de Damocles. Pero tranquilos, porque, de momento, las primeras cámaras de videovigilancia que pueden verse por Lavapiés aún no pueden grabar. Aunque su instalación ya ha comenzado, no empezarán a funcionar hasta dentro de dos meses.

Estas 48 cámaras, que cubrirán el área comprendida entre las plazas de Tirso de Molina, Cascorro y Lavapiés; se unirán así a las de la plaza Mayor, Montera y Ballesta.

Como en estas zonas, el objetivo es reducir el número de delitos por medio de su efecto disuasorio. De hecho, las de Lavapiés son clavadas a las de Montera y, a pesar de contar con carteles que avisan sobre su colocación, resulta fácil confundirlas con farolas, como la que ya hay colocada en la esquina entre Mesón de Paredes y Sombrerete.

División vecinal

El anuncio de la llegada de las cámaras fue hecho en mayo y, como aquel entonces, su puesta en marcha sigue provocando división entre los vecinos.

Algunos aseguran que acabará con los trapicheos; otros, sin embargo, piensan que es un atentado contra su intimidad. Hasta hay pintadas y carteles en las paredes del barrio protestando por su utilización.

Núria Del Dago
Camarera, 30 años.
"Llevo más de una año viviendo aquí y siempre me he sentido segura. Y eso que llego de trabajar de madrugada. No me gustan las cámaras. Lavapiés me parece un barrio tranquilo y acogedor".

Yolanda Fernández
Jubilada, 64 años.
"Llevo toda la vida en Lavapiés, y a mí nunca me ha pasado nada, pero oyes de otra gente a la que sí. Y claro, te entra miedo. Me parecen bien las cámaras si sirven para que mejore la seguridad".

Pablo Pérez
Músico, 27 años.
"Es la política del miedo. Va contra nuestra intimidad y crea una mala imagen de Lavapiés. Venden una imagen del barrio falsa. Vivo aquí desde hace un lustro y nunca he tenido problemas".