Jordi Gual: "Los ojos de mi hija Natalia, ciega de nacimiento, me enseñaron a mirar"

Autorretrato
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Jordi Gual
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«La mejor foto está hecha sin cámara». Jordi Gual sabe bien de qué habla cuando enuncia la frase. Su hija mayor, Natalia, es ciega de nacimiento. Ahora tiene 18 años, toca el piano, estudia cerámica en una escuela de Artes Aplicadas, adora el sonido de la lluvia y es una de las mejores modelos de su padre. «Los ojos de Natalia me enseñaron a mirar, pero es una mirada llena de tensión, de ambivalencia. Odio que ella esté ciega y la amo porque es mi hija», afirma Jordi, un fotógrafo de vieja escuela que ni siquiera tiene cámara digital. Lo suyo es, y la expresión parece también una metáfora de una forma de entender la vida y el mundo, el cuarto oscuro. En su penumbra trabaja a diario con el mejor de los materiales, la intimidad: fotos de sus hijas

Nació en el día de Navidad de 1964 en Terrassa (Barcelona), donde aún vive. Se considera «observador, inquieto y frágil». Jordi Gual admira a Saul Leiter, el fotógrafo estadounidense que dejó el Talmud (estudiaba para rabino) para dedicarse a retratar las calles: «Me transportan su frescura, la sutileza y, al mismo tiempo, la realidad de sus obras. Me hace mirar la imagen desde distintos puntos de vista»). cree que resulta «sumamente difícil» encontrar un lenguaje fotográfico propio, porque «el camino de uno mismo siempre serpentea: subes, bajas, paras, sigues buscando»...

Ha sido becado por la revista C International Photo Magazine (Ivorypress). En su último número, editado el mes pasado y dedicado a la mujer, la publicación incluye ocho fotos donde expone «sin pudor» la relación con su mujer e hijas.

¿Qué es la fotografía?

La luz que nos rodea y el alma del que nos observa. No hay diferencia entre el ojo humano y el fotográfico. Nuestra vida está llena de clichés, de negativos archivados y distribuidos como sentimientos, recuerdos...

Tus hijas son una presencia constante y casi obsesiva en tus fotos. Háblame de ellas.

Natalia, la mayor, tiene 18 años y es ciega de nacimiento, estudia 2.º de Artes Aplicadas. Mi relación con ella es inevitablemente de protección, amor y largas tertulias. Aurora tiene 12, es la princesa rebelde y acaba de empezar Secundaria; siempre tiene su Holga cargada, las instantáneas que hace en el instituto no tienen desperdicio. Rita, de 8, tiene la cabeza rodeada por los sueños; para ella es un placer innato posar ante la cámara.

¿Son ellas tus mejores modelos?

Sin duda. El mejor modelo es siempre el que te conoce y al que tú conoces.

¿Se te rebotan alguna vez?

Nunca suelo forzar la situación. Observo su ánimo... Nunca ha sido una relación traumática, pues ellas siempre me han visto con la cámara. A veces creo que la cámara es como una hermana más para ellas.

¿Qué has aprendido como fotógrafo de la ceguera de Natalia?

Fotografiarla tiene algo de angustioso siempre. Ella no sabe lo que es posar y tiene una idea de las fotografías muy abstracta, como un vacío... Nuestra relación se basa en los sonidos, en el viento, la lluvia, el piano... en ese terreno nos encontramos y entendemos. Cuando le hago fotos tengo que darle mucha caña. Es una relación tensa y contenida; lo llevamos bien entre nosotros, pero en mi interior no puedo evitar que cada retrato que le hago sea como una pregunta dolorosa: «¿Por qué cojones mi hija está ciega?».

¿Te sientes como un emisario de tristeza?

En mi época de colegio sufría una profunda dislexia y una contundente miopía. El maestro no supo verlo y envió una nota a casa: «Jordi padece trastornos emocionales». Estuve con tratamiento y me encerré en mí mismo. De manera que entiendo bien la tristeza. Aquello me convirtió en un devorador de imágenes. Me encantaba el cine: una ventana de cuatro esquinas y, tras ella, otro mundo. A los 14 años, como no me consideraban apto para los estudios, entré en una escuela de arte y empecé a pasar horas y horas en el cuarto oscuro... creo que todavía sigo allí. A lo mejor el maestro tenía razón.

¿Cómo es un día de tu vida?

Me levanto a las siete, preparo desayunos, el cole de las niñas, me tomo mi café, reviso el mail y la agenda de trabajo, como algo preparado en el mismo estudio... Por las tardes me encierro en el laboratorio, una habitación adjunta al estudio, para trabajar en algún encargo. Suelo terminar sobre las nueve de la noche, pero a veces sigo hasta la madrugada. Cuando regreso a casa siempre me espera un buen libro en la mesita de noche.

¿Por qué no te gusta la foto digital?

No tengo nada en contra, pero no es lo mío. Necesito respirar todo el proceso a través del tacto y el olfato. Ni siquiera uso el Photoshop y empleo equipos analógicos de todo tipo. Tengo una Pentax Spormatic de 135, una Hasselblad 500 de medio formato, dos Polaroid y una Linhof Technika de los años cincuenta de gran formato.

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