"Cuando miré por el retrovisor del coche y vi a los trillizos dije: ¡Dios mío, es real!"

  • Roberto y Marta son padres de trillizos gemelares, un caso extraño del que sólo se conocen unos pocos ejemplos en Europa.
  • Cuando se animaron a darle un hermano a su hijo Sergio, que entonces tenía 3 años, nunca se imaginaron que podrían tener más de uno.
  • Sus hijos les dan "trabajo para aburrir, pero merece la pena".

Cuando Roberto y Marta se animaron a darle un hermanito a Sergio, nunca se imaginaron que iban a tener tres hijos más. La llegada de los trillizos les cogió por sorpresa, sobre todo después de que el médico les dijera que iban a tener sólo uno. Pero lo insólito de su caso no es que Marta tuviera un embarazo múltiple de forma natural, sino que los niños iban a ser idénticos, ya que fueron gestados cada uno en su propia bolsa amniótica, pero en una única placenta.

El nacimiento de Álvaro, Pablo y Roberto (ahora tienen 20 meses) es un caso extraño del que sólo se conocen unos pocos ejemplos en Europa. El último, el de los trillizos gemelares de Mijas (Málaga). Tras conocer su caso, Roberto mandó una carta a 20minutos.es para trasladar un mensaje de aliento a los padres de los trillizos malagueños: "Tiene trabajo para aburrir, pero es muy bonito y merece la pena".

Cuenta la pareja que al principio una de las cosas que más les preocupaba era aprender a identificar a cada uno de sus hijos. Después de darle muchas vueltas, decidieron que a cada niño le pondrían una pulsera de un color en función de la inicial de su nombre. Así, la de Álvaro fue azul; la de Pablo, piña, y la de Roberto, rosa. Mantuvieron este sistema hasta que aprendieron a distinguir a sus hijos por los gestos o por pequeñas marcas, como los remolinos del pelo.

Un caramelo en cada cuna

Otro de los obstáculos que se encontraron Roberto y Marta tras conocer que esperaban trillizos gemelares era cómo explicar a su otro hijo Sergio, que entonces tenía tres años, que iba a tener tres hermanos sin que a éste le diera un ataque de celos. La clave se la dio una enfermera del hospital. Les dijo que lo mejor era que, cuando nacieran los niños, en cada cuna pusieran un caramelo. Ese pequeño detalle fue suficiente para que Sergio estuviera contento: "No paraba de decir que sus hermanos le habían traído regalos", cuenta Roberto.

"Yo realmente entendí la magnitud de lo que pasaba cuando volvíamos del hospital a casa, en el coche", reconoce Roberto. "Estaba acostumbrado a mirar por el retrovisor y ver a Marta y a Sergio, así que cuando vi los capazos de los trillizos, pensé: '¡Dios mío, es real!'". Ya en casa, empezó una nueva vida. "Nos turnábamos para darles de comer por la noche", recuerda Marta, que asegura que al principio todo era un caos, "¡menos mal son muy buenos!".

Casi dos años después de que nacieran, da la sensación de que la pareja tiene la situación controlada. Se sincronizan perfectamente para despertarlos, cambiarles los pañales, darles de comer y jugar con ellos, sin dejar de atender a Sergio. "La clave es la organización. Es muy importante tener una rutina y crear unos hábitos, como darles de comer siempre a la misma hora", explica Marta mientras va dando a los tres niños a la vez la merienda, una papilla de fruta que ha hecho unos momentos antes.

900 euros al mes en pañales y leche

Llegar a este punto no ha sido fácil. "Lo de las ventajas a las familias numerosas es el gran engaño", se queja Roberto, que asegura que no han recibido ninguna ayuda (salvo los 2.500 € que da el Gobierno por nacimiento, la prestación económica por parto múltiple y una ayuda los primeros días del Ayuntamiento de Madrid). Se apañan sólo con su sueldo de funcionario porque Marta se vio obligada a dejar el trabajo para encargarse de sus hijos: "No quedó otro remedio". Tienen pequeños trucos que les ayudan a llegar a fin de mes e identificadas las marcas más baratas y las mejores ofertas. "Sólo en pañales y leche nos gastábamos unos 900 euros al mes".

Moverse tampoco resulta sencillo. Hace tiempo que dejaron de usar el metro porque algunas estaciones no tienen ascensores. Tampoco pueden usar los autobuses de la EMT porque la legislación sólo permite llevar una silla a bordo. "Desplazarte al centro de Madrid es imposible", asegura Roberto. El hecho de que en el ascensor de su casa no quepan las tres sillitas, tampoco facilita las cosas a la hora de dar una vuelta: "Siempre tengo que llamar a alguien para que me ayude, no tengo capacidad de improvisación", cuenta Marta, que, entre risas, dice que se siente una "esclava".

La parada en una estación de servicio durante el único viaje que han hecho en estos dos años refleja perfectamente esa sensación de esclavitud. "Aparcamos. Abrimos el coche, montamos las sillitas, sacamos a los trillizos y a Sergio del coche. Entramos a la cafetería. Cambiamos de pañal a los trillizos. Les dimos de desayunar a los tres y a Sergio. Y, cuando terminamos de hacer todo, desayunamos nosotros. Aunque lo hicimos sin perder ni un segundo, cuando volvimos al coche había pasado hora y media", explica Roberto para reflejar como es su día a día.

Cuando salen todos juntos a la calle, tampoco pasan desapercibidos. La gente se acerca y es bastante frecuente que les paren y les hagan preguntas absurdas como "¿Son los tres tuyos?", "¿Y son los tres iguales?" o "Yo creo que éste es más guapo", sin caer en la cuenta de que son idénticos. "Lo peor es que parece que sólo tenemos tres hijos y que para la gente Sergio no existe", se queja Marta. También hay muchos que les dicen: "¡Uf! Si me pasa a mí, me muero", pero ellos no hacen caso a esos comentarios: tienen muy claro que la llegada de los trillizos es "lo mejor que nos ha pasado".

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