¿A quién no le gusta que le den un masaje? Ya no terapéutico para quitar dolores, sino uno relajante que quite tensiones y tranquilice. Pues los bebés no son ajenos a esos pequeños placeres, y menos si los que se encargan de acariciarlos y transmitirles cariño a través del masaje son sus papás.

«Se ha perdido mucho el contacto físico con los niños, pero está demostrado que es una buena forma de alimentar el amor y establecer conexiones con el bebé que le ayuden a relajarse», reconoce la educadora de Masaje Infantil en Valladolid Alicia Sanzo.

Ella es uno de los 20 miembros de la nueva asociación de esta práctica en la región y ofrece cursos a los padres para enseñar unas técnicas que, lejos de ser una terapia, facilitan la conexión con el niño.

«Se da en cinco o seis sesiones a lo largo de un mes y en estos cursos, que se organizan a demanda, los padres aprenden un montón de técnicas para masajear a su niño y lograr tranquilizarlo con sólo tocarle un brazo de forma cariñosa», añade Sanzo.

Primeros meses

Lo mejor es aprenderlo en los primeros meses de vida, pero luego se puede adaptar a cada edad para interactuar con el niño y que éste aprenda que sus padres están con él y le transmiten afecto. Los cursos se organizan a demanda (www.amicyl.org) y se consiguen buenos resultados con niños prematuros y con cólicos de lactante. En ellos la educadora trabaja con un muñeco, y los padres, con sus propios hijos.

«Los bebés son los protagonistas. Sus necesidades deben ser lo primero. Lo mejor es que el niño esté despierto y receptivo. Los padres saben cuándo es un buen momento», reconoce Sanzo, quien lamenta que se «ha perdido el encanto de tocarse sin maldad». El masaje se empieza por las piernas para seguir por la tripita, el pecho, los brazos, la cara y la espalda. «Los niños lo disfrutan mucho», añadió.

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