Nostálgicos del rebobinado: 5 formatos que molaban más que el Blu-ray

¿Super-8? ¿VHS? ¿LaserDisc? Fueron los amos de nuestros salones. Hoy son buscadas piezas de coleccionista ante las que solo puedes preguntarte: “¿Por qué lo tiraría a la basura?
Nostálgicos del rebobinado: 5 formatos que molaban más que el Blu-ray
Nostálgicos del rebobinado: 5 formatos que molaban más que el Blu-ray
Nostálgicos del rebobinado: 5 formatos que molaban más que el Blu-ray

No deja de ser curioso que en estos años del VOD y el streaming, cuando coleccionar películas parece algo antiguo y tener una copia adornando nuestras estanterías se antoja un gasto de espacio, hayamos decidido volver la vista atrás para recuperar formatos viejos de vídeo doméstico.

Aunque la afición vaya en aumento y cada vez existan más grupos de compraventa por Internet, la afición por este coleccionismo es extraña. Ni siquiera existe la excusa de los melómanos, que justifican sus muestrarios de vinilos con una disquisición sobre la calidad de sonido y la pureza de su naturaleza analógica. Cualquiera de los formatos domésticos que recordamos eran peores que los que ahora usamos. Y ni siquiera hace falta entrar a hablar de calidad de imagen, porque basta con recordar la falta de versión original o aquellos recortes de imagen –el Pan & Scan– con los que no veíamos en panorámico más que los créditos. Entonces, ¿cuál es el atractivo de recordar aquellos formatos?

El celuloide que llegó al salón

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Más allá de haber sido uno de los culpables de la vocación de multitud de cineastas, el Super-8 democratizó el consumo de cine doméstico durante los años 70, sustituyendo a los proyectores de 16 milímetros que solamente habían entrado en las casas más pudientes. Con su llegada proliferaron los primeros videoclubes, que no eran otra cosa que tiendas de fotografía que comenzaban a alquilar películas.

Hoy, varias décadas después, existe una comunidad de fanáticos del formato que buscan y coleccionan esas joyas que cada vez se asoman menos por los mercadillos. Marc Martí, cineasta conocido por experimentar con el Super-8 en el mundo del cortometraje, explica el sabor que tenía una liturgia que hoy solamente está al alcance de los coleccionistas:

"Montar el proyector, reunir a la familia o los amigos alrededor de la pantalla y proyectar cine de verdad era un ritual muy alejado de lo que luego tuvimos con el video. Debido a su alto coste, eran muy típicos los resúmenes de películas en 20 o 40 minutos, donde se apreciaba el trabajo de anónimos montadores que conseguían condensar películas en tan poco tiempo de forma magistral. La casa Derann, en Reino Unido, ha editado hasta hace poco hace largometrajes, resúmenes, trailers, anuncios y cortos con una calidad inaudita, y todavía hoy se pagan cantidades astronómicas por esas ediciones de Gremlins, Poltergeist, Master and Commander o los clásicos Disney”.

Marc no exagera y basta dar una batida por algunas webs españolas para ver que existe una oferta de películas (dibujos animados o cortometrajes de Chaplin) por las que pueden pagarse entre los 40 o 50€, pero después, cuando se buscan resúmenes de éxitos del momento como Superman o películas del destape, los precios se disparan hasta los 300€. Todo un negocio para el que conserve esos títulos en la buhardilla.

Sexo, mentiras y unas viejas amigas

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A finales de los años 70 comenzaron a surgir los reproductores de vídeo doméstico. Cintas que contenían películas y que, bien se alquilaban durante unos días en los videoclubes, bien se compraban para poder verlas una y otra vez. En el momento de su aparición, tres formatos pugnaron por convertirse en el más vendido: el Betamax, introducido por Sony y que, aunque era superior en calidad a sus rivales, tenía el problema de la poca duración de las cintas; el Vídeo 2000, un curioso sistema poco extendido en España (lo que hace que sea mucho más caro de coleccionar) en el que las cintas tenían CARA A y CARA B, cosa que aún hoy sorprende; y el VHS, el rey de la época y posiblemente, el formato de vídeo doméstico más conocido.

La expansión del vídeo fue tan grande que hoy siguen apareciendo películas y películas en cualquier tienda de segunda mano, aunque casi siempre sean copias de películas de Disney, Titanic o ediciones de las que se regalaban con los periódicos. Para ver precios astronómicos, hay que buscar más y remontarse a las primeras cintas y a películas que nunca han vuelto a ser editadas en España; lo que convierte en una grabación muy cotizada a la versión del doblaje al castellano que contiene esa cinta. José Antonio Diego Bogajo, uno de los cerebros del fanzine Exhumed Movies y uno de los mayores coleccionistas de España (y quizá, de Europa) explica cómo de codiciadas son algunas joyas y cómo acabó atesorando algunas de ellas mediante el intercambio de cintas por correo:

“La verdad es que cuando quise darme cuenta me había convertido en un coleccionista compulsivo. No sabría decir exactamente el número de películas que tengo, pero sí que cada día aumenta mi colección. Por darte un numero te diría que tengo más de 15.000. El intercambio por correo fue una época que recuerdo con mucho cariño. El esperar al cartero o ir al apartado. de correos era un subidón. Hoy en día, con un click tienes a tu alcance material que a nosotros nos costó años y años conseguir. Las joyas que más aprecio en mi videoteca son, por ejemplo, Amuck, de Silvio Amadio, por la que me han ofrecido cifras astronómicas, o Joven de buena familia sospechosa de asesinato. Dar con ellas fue una tarea bastante difícil. Un contacto te lleva a otro y ese al final te abre la puerta del VHS que se te resistía. Algunas veces ha sido por pura casualidad y otras, pagando una alta cantidad de dinero”.

Discos antes del DVD

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Durante el reinado del VHS hubo multitud de intentos de quitarle el puesto. Aunque fracasaban, siempre apuntaban en la misma dirección, la de crear un formato lujoso que atrajera a los cinéfilos que buscaban una calidad mayor y más cercana a la de las salas de cine. Así, se creó una especie de pequeña -y muy marginal- guerra entre formatos de discos analógicos como el CED o el DiscoVision, de los que no supimos nada en España, y en la que finalmente se impuso el que sería conocido como LaserDisc.

“Coleccionarlos tiene un componente de venganza porque era un formato para ricos”, explica Juan Herráiz, coleccionista de LaserDisc y enamorado del formato. “Los reproductores más básicos costaban un sueldo mensual y era imposible mantener una videoteca decente debido al precio de las películas. No soy alguien que viva anclado en el pasado, he ido actualizando mi colección estando al día de los formatos y ahora espero el salto al 4K. Pero el cine es puro sentimiento, y pocos hay tan potentes como disfrutar las películas de la infancia como las vi primera vez, o como mi mente lo recuerda. Conseguir hoy día esa resolución difusa que sale del LaserDisc con sonido estéreo es trasladarme a cuando veía películas en un retroproyector conectado a Canal+”.

Esta especie de “vinilo del cine” no es excesivamente caro, si bien puede haber películas difíciles de conseguir, como las ediciones que salieron en España de algunas películas de Almodóvar, algunos packs como los de Alien o La Jungla de Cristal o muchas joyas asiáticas con unas presentaciones absolutamente impresionantes. Pero lo normal es que por entre 3 y 10€, pueda conseguirse cualquier título, de ahí la venganza de la que hablaba Juan, ya que muchas de estás películas costaban unas 7.000 pesetas (alrededor de 42€) de mediados de los años 90.

A pesar de su éxito en muchos países (entre los que no estuvo el nuestro), el LaserDisc siguió intentando mejorarse, en parte por sus altísimos costes de producción, y se experimentó con varios formatos digitales en Compact Disc, de los que salió un producto llamado VideoCD al que hoy podríamos considerar el abuelo del DVD. El VideoCD triunfó en Asia, donde todavía hoy puede encontrarse en las tiendas como el formato más popular y barato, pero en España se convirtió en un producto rarísimo que solamente podía verse en los viejos CD-i, en ordenadores (muchos de ellos necesitaban una tarjeta especial) o en videoconsolas más modernas como la Sega Saturn. Eso ha convertido en laborioso el coleccionar hoy los pocos VideoCD que asomaron por nuestros grandes almacenes, pero que hace que se encuentren joyas extrañas como la versión de Bienvenido Mr Marshall que se regaló con el número 32 de la revista PcManía y que muy posiblemente hizo que fuera la primera película española en comercializarse en un formato digital de vídeo. 

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No deja de ser gracioso que en el reportaje que acompañaba a esa revista, el VideoCD se presentara como “un salto tecnológico comparable al que supuso la aparición del VHS”. Se equivocaron, sí, pero igual que los que creyeron ver el futuro en productos con los que hoy nos da la risa como fueron el HD DVD, el UMD de vídeo o el Digital Video Express, aquella variante del DVD que se autodestruía a las 48 horas de haberlo desprecintado. Formatos que ahora mismo se saldan en Internet y mercadillos y que quizá alguien ya esté empezando a coleccionar, no sea que dentro de un par de décadas también acaben costando una fortuna.

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