Cuando 'Guernica' duerme

  • ¿Qué pasa tras las puertas de un museo cuando éstas se cierran?
  • Compartimos noche en el Reina Sofía de Madrid con obras de arte, vigilantes... y alguna que otra inquietante leyenda.
El 'Guernica' de Picasso, en su sala, vacía durante la noche, del Museo Reina Sofía.
El 'Guernica' de Picasso, en su sala, vacía durante la noche, del Museo Reina Sofía.
JORGE PARÍS
El 'Guernica' de Picasso, en su sala, vacía durante la noche, del Museo Reina Sofía.

Un edificio que desde finales del siglo XVIII y durante 200 años fue sede de un hospital se presta a la proliferación de leyendas urbanas. En el Museo Reina Sofía de Madrid algunos hablan de una monja y un fraile cuyos fantasmas bullen cuando las luces se apagan; otros -los más-, del espíritu de Ataúlfo. "Yo llevo un año y medio y aún no lo he visto", relata con una sonrisa escéptica un guarda de seguridad.

De noche, sean o no los religiosos y Ataúlfo incorpóreos paseantes del centro de arte contemporáneo más importante de España, sus espacios expositivos se quedan prácticamente a oscuras y sin ninguna de las hasta 14.000 personas (nunca más de 4.000 al mismo tiempo) que han podido visitarlos durante el día.

Desde las nueve de la noche hasta las diez de la mañana siguiente, las 570 piezas de Dalí, Miró, Juan Gris... dispuestas en torno al Guernica de Picasso comparten sus 12.000 metros cuadrados sólo con el personal que se asegura de que siguen ahí, en su sitio.

"Vacía y cerrada"

La evacuación del Reina Sofía comienza a diario 15 minutos antes del cierre. A las 20.45 horas, el personal de vigilancia inicia el protocolo de actuación que terminará con la clausura del museo.

Cada uno de los trabajadores tiene asignada una sala de exposición, si bien rotan todas las semanas. El desalojo lo llevan a cabo personalmente.

El edificio principal, que tiene forma de cuadrado con un patio en el centro, se divide de manera imaginaria en dos partes iguales para desocuparlo. El proceso se inicia justo en el centro de uno de los lados del cuadrado (que llamaremos punto 1) y concluye en el centro del lado opuesto (que llamaremos punto 2).

Los encargados de las dos salas más próximas al punto 1 son los primeros en desocuparlas y empezar su recorrido, en sentidos opuestos, hacia el punto 2, dirección a la que deberán dirigirse todos. Por el camino van "recogiendo" o "barriendo" a sus compañeros de tal forma que, cuando llegan al destino, se habrán reunido los vigilantes de todas las salas. Entre accesos y puertas de emergencia, en cada planta habrán pasado la llave, en total, a unas 14 cerraduras.

Ya en el punto 2, por un walkie-talkie escuchamos a alguien referirse mediante coordenadas a alguna de las salas. "Vacía y cerrada", dice. Lo ponemos en duda y, entre risas, nos cuentan que en una ocasión un asiático se quedó dentro. Pero enseguida se dieron cuenta.

Aunque la cantidad varía en función de las exposiciones que estén abiertas al público y de las características de éstas, unas 300 personas se encargan de la seguridad del Museo Nacional Centro de Arte Contemporáneo Reina Sofía. También el número de personas que permanecen en su interior por las noches viene determinado por situaciones puntuales.

A las 21.00 horas los vigilantes de seguridad jurado toman el relevo. Ellos se encargan de apagar las luces de las salas y, siempre de acuerdo con la legislación de Seguridad Privada, permanecen atentos a cualquier incidencia que se pueda producir.

Cada cierto tiempo realizan rondas de comprobación por las salas. Para hacer un uso responsable y razonable de energía, de noche sólo las luces de emergencia permanecen encendidas ya que permiten una visibilidad suficiente para reconocer y grabar. A pesar de eso, una de las vigilantes con las que charlamos asegura que no tiene miedo.

Por lo que respecta al empleo de tecnologías de seguridad, la realidad no dista demasiado de lo que nos muestran disciplinas como el cine. No obstante, un responsable del Reina Sofía nos explica que las películas no reflejan "la dificultad real que entraña sortearlas", ni siquiera cuando son "muy elementales".

En función de factores como su ubicación, su importancia y su fragilidad, determinadas piezas requieren una protección especial. El rey del museo, el Guernica, por ejemplo, está protegido las 24 horas con una célula de detección en lugar de la clásica cinta.

A veces, a falta de admiradores foráneos, las obras de arte reciben otras visitas. Los restauradores del museo aprovechan los días de cierre para llevar a cabo labores de conservación: observan su estado con detalle, las mueven de un lado a otro si es preciso, las restauran...

Todo para que cuando el común de los mortales (religiosos y Ataúlfo excluidos, por supuesto) volvamos a contemplarlas sigan ahí radiantes, en su sitio.

De visitas gratas y no tan gratas

Aunque, por fortuna, no hay constancia de que haya existido intento alguno de robo en el Reina Sofía, gran parte de las medidas de seguridad van dirigidas a neutralizar "las tentaciones que puedan tener los amigos de lo ajeno", en palabras de un responsable de seguridad del Museo.

Sí son bien recibidos en el centro jefes de Estado o de Gobierno que, por viajar "con una agenda muy apretada", lo visitan cuando está cerrado al público. También se ha visto salir de allí "el último" al director, Manuel Borja Villel. Como comenta entre bromas una trabajadora, "no parece un funcionario".

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