La crisis le da la puntilla a la propina

  • La hostelería dice que empezó a caer con el euro.
  • Los sociólogos apuestan a que no se recuperará.
  • Los botes de los restaurantes han caído a la mitad.
El hostelero Pedro Ricote y el repartidor William castilla notan la crisis.
El hostelero Pedro Ricote y el repartidor William castilla notan la crisis.
JORGE PARIS
El hostelero Pedro Ricote y el repartidor William castilla notan la crisis.

Si como reza el refranero, "la propina envilece, empobrece y ni Dios te la agradece", más vale dejar de preocuparse por una costumbre que de todas formas, según los sociólogos, tiene los días contados. La recesión que vivimos obliga a apretarse el cinturón, y una de sus muchas víctimas está siendo la propina.

En tiempos de crisis la gente recorta lo que puede, aunque deje de gratificar un buen servicio

"En tiempos de crisis la gente recorta lo que puede, aunque deje de gratificar un buen servicio", dice Octavio Uña, catedrático de Sociología de la Universidad Rey Juan Carlos. Lo sabe bien Luz Martín, encargada de un local de comida rápida en Centro: "El bote tarda en llenarse tres meses y sacamos 30 euros".

Lo mismo explican en otros restaurantes de Arturo Soria y Ciudad Lineal, donde antes hacían 400 euros de bote mensual: "Ahora sacamos entre 150 y 200 euros". Pero la crisis no es la única responsable del declive de la propina entre los madrileños.

Sociólogos como Roberto Barbeito hablan de un cambio de costumbres: "Antes se daba para asegurarse un buen trato al volver al local, pero ahora nos gusta variar y el trato no es frecuente, sobre todo en grandes ciudades como Madrid".

Los jóvenes, muy reacios

Si los más mayores se resisten a abandonar la costumbre ("la seguiré dejando mientras pueda", dice Manuel Alonso, un taxista de 55 años), los jóvenes lo tienen claro: "No dejo nada", afirma César Monreal, administrativo de 24 años. "Los jóvenes ya no reproducen las costumbres de padres y abuelos", dice Uña.

La crisis acaba con las reacciones de altruismo, no volveremos a ser como éramos

"Entienden que la propina está incluida en el precio", apostilla Barbeito. Pero el principio del fin de esta costumbre comenzó en 2002, con la llegada del euro, según la Federación de Hostelería de UGT. Y sigue haciéndolo en los sectores en los que es un importante complemento salarial (taxistas, repartidores de butano...) En UGT reconocen que en el taxi las propinas suponen hasta el 20% del sueldo.

"La crisis acaba con las reacciones de altruismo, no volveremos a ser como éramos", afirman los sociólogos, que dan por muerta a la propina. Sólo los turistas extranjeros mantienen viva la costumbre. Carlos Ugarte, encargado de un restaurante en la Carrera de San Jerónimo, recuerda que hace seis meses recibió 84 euros de propina de un norteamericano... para abonar una cuenta de 40 euros.

En primera persona

Pedro Ricote hostelero, 59 años: "propinas, propinas, los turistas". En el negocio familiar que regenta saben bien que la crisis se está cebando en la hostelería. "Hacemos entre un 30 y un 40% menos de caja que hace un año", y eso que su establecimiento goza de una posición privilegiada a dos pasos de la puerta del Sol.

Sólo los turistas siguen dejando buenas propinas. El cliente español no deja más de 20 céntimos"

"Sólo los turistas siguen dejando buenas propinas. El cliente español no deja más de 20 céntimos". Reconoce que se han vivido buenos tiempos, "pero ahora los que se están notando son los malos".

William Castilla repartidor, 29 años: "devuelvo hasta cinco céntimos". Cuando comenzó a trabajar en el reparto de comida rápida a domicilio hace dos años "sacaba hasta siete euros en propinas cada semana, ahora no llego ni siquiera a los tres".

Las economías domésticas van tan justas "que te piden todas las vueltas, tengo que devolver hasta cinco céntimos cuando sobran", cuenta. "Cada vez hay menos costumbre de dejar la calderilla como bote para el repartidor".

En Japón es una humillación

La tradición de gratificar un buen servicio es más controvertida de lo que pueda parecer. Su origen, para empezar, está poco o nada claro. Si bien hay quien remonta la tradición a los romanos (los patricios de una villa gratificaban los servicios de sus vecinos y amigos), otras versiones la ubican en la tradición católica de la limosna o en la emergente burguesía mercantil del siglo XVII.

En la actualidad, la cosa también varía por países. Si en los anglosajones como EE UU o Reino Unido es obligatorio dejar como mínimo un 10% del importe de la factura, en otros como Japón está prohibida al interpretarse como un gesto de superioridad.

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