Hablarle a un granadino del transporte público de la ciudad supone tocarle la vena sensible. En varias ocasiones, la ciudadanía ha cuestionado -así lo reflejan diversas encuestas elaboradas por la propia empresa- la calidad del servicio, si bien tanto el equipo de Gobierno local (PP) como la dirección de Rober han sacado pecho por los suyos.

Es lo que ha ocurrido en el enésimo episodio en el que el comité y la empresa difieren sobre la organización de un servicio que nos cuesta al año 14 millones de euros. Los representantes de los trabajadores denunciaban hace unos días la reducción de «los servicios en nueve -en la 1, 4, 9, 3, el búho...- de las 20 líneas » del transporte público urbano.

El gerente de Rober, Guillermo Robles, ha confirmado a 20 minutos que, efectivamente, la empresa ha quitado de la circulación a nueve vehículos, si bien el enfoque es distinto.

Según Robles, estos autobuses han sido retirados porque «las condiciones de tráfico este año son más favorables -al haber menos obras-, lo que permite a la flota -con menos vehículos- hacer su recorrido en menos tiempo de forma que ni los horarios ni la calidad del servicio se ven afectados».

De hecho, el gerente aporta datos: «Este mes se han recorrido los mismo kilómetros -en torno a 670.000- que en octubre del año pasado, lo que demuestra que la calidad servicio es la misma», subraya. Sin embargo, la opinión de los trabajadores y del grupo municipal de IU es bien distinta.

Para el presidente del comité, Ángel Aliaga, «deja bastante que desear, ocasionando un malestar innecesario entre los usuarios». IU, por su parte, propone que la prestación sea asumida por una empresa pública.

Robles reconoce que algunas cabeceras, como la 33, están saturadas, dejando a viajeros tirados en las paradas en horas punta, aunque se compromete «a subsanar estos problemas la semana que viene y los que se vayan detectando».

Los usuarios opinan

Alaa Mesri. 20 años. «Yo creo que los principales problemas se dan, sobre todo, por la mañana. El 8 y el C van llenos a las ocho de la mañana y, lo más importante, siempre van tarde. Deberían poner autobuses sólo para universitarios».

Antonia Santamarina. 56 años. «Es verdad que algunos autobuses tardan más de lo que deberían. Yo cojo el siete y no llego a pillarle el horario. Además, de repente ves a un autobús lleno que no cabe nadie o ves a dos seguidos de la misma línea vacía».

Celedorio Mesa. 38 años. «Lo peor que tienen son las rampas. Yo, que voy en silla de ruedas, he tenido que esperar más de media hora a otro autobús porque al que ha llegado no le funcionaba la rampa. Hay días que son desesperantes».