En una edición de Cibeles un tanto anodina se agradece la presencia de diseñadoras como Amaya Arzuaga, una diseñadora que apuesta por la audacia, la experimentación con nuevos materiales -plásticos, fibra óptica, estructuras escamadas o filamentos láser- la diversión y una estética que, en ocasiones, parece sacada de una película de Blade Runner.
Con unas modelos ataviadas entre femeninas, robóticas y vegetales,
El negro, el color insignia de la modista, hace concesiones a los tonos ciruela, el azul metalizado, el blanco o amarillo y componiendo unos modelos asimétricos y perfectos para una fiesta con vocación futurista.
Entre los ornamentos de los trajes, destacar los lazos gigantes en la parte trasera de los vestidos, que a veces son sustituidos por unas complejas crines de colores de gran tamaño que se arquean formando media circunferencia.
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