Los investigadores, del University College y el King's College de Londres, examinaron a 3.337 niños británicos de entre ocho y 11 años para comprobar si los que eran portadores de la variante de alto riesgo del gen tenían el apetito alterado.
Hasta ahora se sabía que el FTO estaba asociado con la obesidad; lo que se desconocía era si influía en la cantidad de comida ingerida o en el número de calorías que se quemaban.
"Lo que hemos demostrado es que los niños con la variedad de más riesgo del gen tiene respuestas de saciedad más débiles", lo que significa que no se dan cuenta de cuándo están llenos, explica Wardle.
El efecto del gen es el mismo al margen de la edad, el sexo o la clase social. "No es que la gente que porta esa variante del gen automáticamente desarrolle un sobrepeso, pero tienen más tendencia a comer más de la cuenta".
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