Media docena de mujeres cosen una prenda tras otra en un taller de la calle Uría de Oviedo. Faltan quince días para el estreno en el Teatro Campoamor de las zarzuelas Agua, Azucarillos y Aguardiente y La Gran Vía y hay mucho trabajo que hacer para tener listo el vestuario.
En total, los dos títulos suman un centenar de personajes y cada uno con su propio traje, inspirado en la moda de principios del siglo XX.
Así que el taller donde se confeccionan las prendas, bajo la dirección de Cristina García y con figurines de Josechu Santana, está lleno de puntillas, faldones, enaguas, pasamanerías...
Todas son mujeres con más de cuarenta años, un colectivo que tiene difícil el acceso al trabajo. «Es un trabajo duro, pero también una gran oportunidad de conseguir experiencia. Es como hacer un master en mes», considera Cristina García.
Pero el vestuario no sólo repercute en el empleo: «Trabajamos con comercios asturianos para obtener el material», cuenta la directora del taller.
Además de hacer patrones, cortar prendas, supervisar la confección y preocuparse de los detalles, tiene entre sus obligaciones buscar los complementos adecuados, a veces rehaciendo unos zapatos o un sombrero.
Aunque la industria textil está en Asturias de capa caída por la competencia de la fabricación asiática, Cristina García defiende este tipo de trabajo semi-industrial.
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