Cuentan las crónicas de la época que en 1896 la proyección del cortometraje Llegada de un tren a la estación de La Ciotat (L' arrivée d'un train à La Ciotat), de los hermanos Auguste y Louis Lumière, provocaba pavor entre los espectadores, entonces también pioneros en ese nacimiento oficial del cine. Incluso algunos llegaban a salirse de la sala por temor a ser arrollados por la locomotora.
La sala era más bien un pequeño salón, antes con la función de billar, del Grand Café emplazado en el número 14 del Boulevard des Capucines, en París y a orillas del río Sena, equipado con apenas un centenar de sillas para acomodar a los asistentes.
Emociones y sensaciones a un franco. Desde entonces el cine ha evolucionado radicalmente, pero sigue conservando de vez en cuando esa capacidad para sorprender y asustar al personal, aunque no sea con una película de miedo, hasta el extremo de provocar auténticas fobias.
De este modo, algunas secuencias han impactado en el consciente o inconsciente, sea colectivo o individual, de manera tan masiva como contundente. A continuación recogemos cinco de los casos más flagrantes.
Las secuelas. Cinematográficamente, su gran éxito no sólo dio lugar a cuatro secuelas más sino que también inauguró el subgénero de catástrofes (La aventura del Poseidón , Terremoto o El coloso en llamas ), incluso inspiró la celebrada parodia Aterriza como puedas (1980). Pero también ocasionó, mucho antes de los efectos inmediatos del 11-S, que mucha gente sintiera pánico al tomar un avión.
Las secuelas. Uno de los mayores éxitos del controvertido realizador Adrian Lyne (Nueve semanas y media). El impacto fue de tal magnitud que incluso algunos maridos llegaron a pensárselo dos veces antes de ser infieles a su pareja. Un aspecto, el del adulterio, que curiosamente el mismo Lyne retomaría desde otra óptica en Infiel , con Richard Gere y Diane Lane.
Las secuelas. Desde Japón, el prolífico Takashi Miike nos trajo una de sus propuestas más aclamadas. Aunque aquí no se trató de generar ninguna fobia, lo que hizo más bien fue utilizar una de las más extendidas, la aicnofobia o miedo a las agujas, para plasmar unas secuencias definitivamente no aptas para quienes sufren de ello, y también muchos que no. No contento, en Imprint , de la serie Masters of Horror, volvería a insistir en el tema.
Las secuelas. El maestro Hitchcock vulneró todas las normas sobre la identificación que debe establecerse entre el espectador y el presunto protagonista, la protagonista en este caso, con el personaje de Marion Crane, a lo largo de la película. Pero lo relevante aquí es que por culpa de la dichosa secuencia de la ducha, creada con la complicidad de Saul Bass (en la planificación de la misma) y Bernard Herrmann (compositor de la banda sonora), ha hecho que miremos de reojo a través de las cortinas.
Las secuelas. Durante su estreno la película de Spielberg se convirtió en la más taquillera de la historia. Y hoy en día está considerada aún como la principal causante de la fobia a los tiburones, además ha provocado que más de un bañista contemple con ojos temerosos las aparentemente tranquilas aguas de una playa antes de meter un pie en ellas.
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