Una historia del Maratón de Madrid

  • Ángel Martín, corredor popular, bajó su marca y vivió una fiesta.
  • Dos amigos le apoyaron en la parte final del maratón.
  • Para Martín, el dolor de piernas es lo de menos.
Una imagen de la sombra de unos atletas del Maratón de Madrid 2008 (EFE).
Una imagen de la sombra de unos atletas del Maratón de Madrid 2008 (EFE).
EFE
Una imagen de la sombra de unos atletas del Maratón de Madrid 2008 (EFE).

Las piernas están aún doloridas, renqueantes del tute de 42,195 kilómetros corriendo del domingo, pero el ánimo aún saborea un regusto de satisfacción por superar el reto del Maratón de Madrid.

Gerente de lunes a viernes en la empresa de climatización Confaire, Ángel Martín González era el domingo, en el Maratón de Madrid , el portador del dorsal 2586. Por delante, un sueño: bajar de las 3h 26 min. «Pero sin obsesionarme», señala Martín, una historia entre diez mil historias.

Su tiempo oficial en meta: 3h 22 min 20. «Estoy feliz porque todos queremos mejorar nuestro crono, pero mi alegría no es sólo por el tiempo final, que es la guinda al pastel, sino también de espíritu». El maratón espiritual.

Ángel, presume, pudo disfrutar del apoyo de mucha gente, familiares y amigos, a lo largo del recorrido. «Mi madre, mis hermanas, mis primos,... Hasta mi sobrino, ahijado mío que tiene cuatro años y es ciego. Paré para besarle. Incluso mi padre, que estaba en meta esperándome, me acompañó corriendo unos metros para darme ánimos».

Dos amigos, Javier Hérnández y el periodista Javier Reyero, le apoyaron desde el km 30,«los más duros», marcándole, como liebres y animadores, un buen ritmo. "A partir del kilómetro 35 la gente va en silencio", señala Reyero.

¿Y al día siguiente? «Te cuesta bajar las escaleras», bromeaba Martín el lunes.

«¡Gallardón no cobra por animar!»

«Correr y que te animen es un suplemento para el ánimo». El periodista Javier Reyero no pudo participar en esta edición del Maratón de Madrid por falta de tiempo para entrenarse por unas obligaciones familiares.

Pero no dudó en acudir junto a otro amigo para apoyar a su amigo Ángel, correr junto a él desde el km 30, marcarle un ritmo, darle el agua, protegerle y, sobre todo, arrancar los ánimos de la gente con gritos como «¡Gallardón no cobra por animar!» o «¡Animaban más en Sol!».

En la parte final los gritos de ánimo los protagonizaba una particular recompensa: "¡Venga, que la cervecita está cerca!". Y en la improvisada performance, muchos invitados. "Hicimos un grupito; incluso a un señor que iba parado le animamos a seguir y llegó a meta. Y nos dieron las gracias por todo este ambiente", recuerda Reyero.

El maratón como una fiesta. Un objetivo cumplido. "Una gran mañana de domingo", según Martín. La guinda al pastel.

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