Tania Lamarca: "La comida era una obsesión, una idea fija"

  • La ex gimnasta de rítmica Tania Lamarca habla de su experiencia como deportista de elite en el libro Lágrimas por una medalla.
  • En 1996 consiguió, con sus compañeras del equipo nacional, una medalla de oro.
  • Mañana podrás leer otra selección de párrafos sobre los duros entrenamientos y la competitividad entre ellas.
La periodista Cristina Gallo (izq) y la ex gimnasta Tania Lamarca presentan su libro.
La periodista Cristina Gallo (izq) y la ex gimnasta Tania Lamarca presentan su libro.
JORGE PARÍS
La periodista Cristina Gallo (izq) y la ex gimnasta Tania Lamarca presentan su libro.

La ex gimnasta Tania Lamarca (Vitoria, 1980), campeona de España, dos veces subcampeona de Europa, doble campeona del mundo y Medalla de oro en los JJ OO de Atlanta 1996, acaba de publicar Lágrimas por una medalla (Temas de hoy), un libro coescrito con la periodista Cristina Gallo, en el que narra sus vivencias desde poco antes de entrar en el equipo nacional de gimnasia rítmica (con 14 años) hasta su vida actual (27).

Su intención al publicarlo es que, tanto la Federación como el Estado, tomen conciencia de la indefensión en que quedan muchos deportistas después de dedicar su vida a la alta competición, como fue su caso, que pasó un año muy malo, perdida y si saber qué hacer. "Y las cosas han mejorado mucho, pero aún puede hacerse mucho más", dice la propia Lamarca.

Hasta en la tele nos fijábamos en la comida. Era una obsesión, una idea fija

También quiere Tania, en este año olímpico, "compartir con el mundo lo que vive un deportista de alto nivel". Lo bueno y lo malo... Ella, positiva y alegre, reconoce que en el libro se ven cosas muy duras, pero asegura que la gimnasia le ha dado mucho y que guarda un montón de buenos recuerdos, entre ellos "la convivencia con las chicas en el chalet de Canillejas".

Al comienzo del libro, Tania hace una declaración de intenciones: "Quiero contar la historia de una medalla, de los sacrificios, las renuncias, la entrega, la lucha de unas niñas por alcanzar un sueño, el sueño de todo deportista: subir a lo más alto del podium en unos JJ OO. Pero lo que quiero dar a conocer es la historia de una mujer que salió del gimnasio sin más equipaje que un puñado de medallas en la mano y descubrió un mundo en el que tan preciados metales no servían más que para adornar la vitrina de su casa".

Una madurez sorprendente

Con solo 14 años, Tania llegó al Chalet de Canillejas (Madid) en que se concentraba la selección española de gimnasia rítmica. Allí vio algo que le impactó. Una amiga suya de Vitoria, María Ereñaga, no le parecía la misma que ella conocía: estaba más delgada, triste y retraída. "Si algún día me pongo mal, me veis mal o me cambia el carácter y yo no me doy cuenta... llevadme a casa. Aunque no quiera. Aunque os critique. Sacadme de aquí y recordadme lo que os he dicho".

Si algún día me pongo mal, me veis mal o me cambia el carácter y yo no me doy cuenta... llevadme a casa. Aunque no quiera

En ese chalet, Tania vivió muy buenos momentos, pero también había cosas que hoy en día parecen sorprendentes: "A las ocho en punto debíamos estar todas en el salón para someternos a Emilio" (así llamaban a la báscula que les pesaba todos los días). Hoy día, el control del peso de las gimnastas no es tan exhaustivo.

La ex gimnasta asegura que la dieta era equilibrada y suficiente. Sólo se les restringían las calorías vacías (aquellas que sólo aportan hidratos de carbono simples. Nada de fibras, vitaminas ni minerales). Pero se les daba poca confianza. De hecho, la cocina se cerraba con llave, de vez en cuando les hacían registro en las habitaciones para que no escondieran "las chuches o los dulces" y, si al pasar por la mañana por Emilio el peso no era el esperado, ese hecho les condicionaba el día. La comida se convirtió en una obsesión: "Hasta en la tele nos fijábamos en la comida. Era una obsesión, una idea fija".

Una comida al día

Sin embargo, cuando estaban a cargo de María Fernández, había ocasiones en que pasaban mucha hambre, y que no seguían lo que se considera una dieta equilibrada. Como en un viaje que realizaron a Japón: "Al llegar a Japón había puesto la norma de que sólo haríamos una comida, el desayuno. ¡Que obsesión! No entendimos la medida, eran muchas horas sin comer y al acercarse la noche, nuestras tripas rugían como leones hambrientos".

Al llegar a Japón había puesto la norma de que sólo haríamos una comida, el desayuno

En ese mismo viaje, el hambre les podía y un día se compraron unas hamburguesas que escondieron entre regalos para subírselas a la habitación y comérselas tranquilamente. Mientras enseñaban sus compras a María, ésta fue muy amable pero, cuando se despidieron para subirse a las habitaciones a comerse el suculento botín, la entrenadora les dijo "bueno, pues venga. Sacad las hamburguesas, que aquí huele a McDonald's que apesta".

Algo más que una desilusión para unas chiquillas que llevaban sin comer desde hacía, al menos, diez horas.

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