El cerrojazo, como ya algunos lo llaman, al botellódromo durante las próximas Cruces va a traer cola. La decisión del alcalde de Granada, José Torres Hurtado, de clausurarlo para evitar que nuevas convocatorias internautas se salgan con la suya tiene partidarios y detractores dentro y fuera de la capital.

Y es que, en lo que al fenómeno del botellón se refiere, Granada siempre ha ido un paso por delante, una posición que difícilmente se libra de tropiezos. Sin embargo, en la capital van todos a una. Las asociaciones de vecinos que más han luchado por el fin del botellón en las calles del centro -Realejo, Centro y Ronda- respaldan la decisión del primer edil.

Los colectivos coinciden en resaltar el «cambio producido en la ciudad» a raíz de la inauguración del también llamado espacio de ocio, que «consiguió sacar las concentraciones» del casco histórico.

En esta ocasión, apoyan de igual forma el decretazo de Torres Hurtado, por el que no sólo ordena clausurar el botellódromo, sino que reitera la prohibición de beber en la calle los próximos 1, 2 y 3 de mayo, fecha en la que se celebra el Día de la Cruz.

José Vargas, presidente de la asociación Camino de Ronda, respalda la medida, si bien es partidario de «hacerlo sólo en casos como éste porque, de lo contrario, ¿dónde van a ir los jóvenes los fines de semana?», se pregunta.

Policías en Realejo

Carmen Nestares, del Realejo, comparte la opinión y añade: «Hemos pedido más policías en el barrio porque tenemos que los botellones se hagan en el Realejo».

Por su parte, el presidente de la Confederación de Asociaciones de Vecinos de Andalucía (CAVA), Antonio Viruez, acusa al alcalde de «rizar el rizo». Viruez asegura no entender por qué «el alcalde habilita un espacio para luego no permitir el acceso a los jóvenes». «No tiene sentido y no puede utilizar el botellódromo cuando le conviene»

«Pueden llegar a cabrearse»

La Confederación Andaluza de Vecinos considera que, hasta el momento, el Ayuntamiento había actuado «medianamente bien» en la aplicación de la conocida como Ley seca: «Ahora no puede ir por otro camino», apunta.

Viruez advierte que «esto hará cabrear a los jóvenes, quienes pueden decidir no volver a acudir al botellódromo cuando ya lo habían aceptado». La asociación andaluza teme que, debido a la clausura del espacio, «los jóvenes se dispersen por el casco histórico por lo que será más difícil controlarlos».