España y Brasil han salido al paso para negar las primeras especulaciones que apuntaban a una crisis entre ambos países por las discrepancias en la política migratoria.

Los problemas nacieron cuando Brasil hizo suyas las denuncias de algunos de sus ciudadanos, deportados de España, que aseguraron que habían pasado horas en las salas de espera del aeropuerto de Barajas, en las que no podían comunicarse con nadie, no tenían agua y no disponían de comida.

El presidente de la Cámara de Diputados, Arnildo Chinaglia, señaló que "es un abuso inaceptable" y dijo de España que "se comporta como en la época del descubrimiento, cuando destruía culturas", aunque el ministro de Justicia brasileño, Tarso Genro, negó que estos incidentes supongan una "crisis" entre Brasil y España.

El país sudamericano reaccionó a esta presunta "ola de expulsiones" rechazando la entrada de 20 españoles en tan sólo seis días, en la mayoría de casos por no tener billete de vuelta.

Mientras tanto, el embajador de España en Brasil, Ricardo Peidró, reiteró que quienes no fueron admitidos en las últimas semanas en España no tenían los documentos que se exigen para el ingreso a los países firmantes del acuerdo de Schengen, que regula la entrada a la Unión Europea (UE) y negó los supuestos maltratos denunciados por el país presidido por Lula.

Fórmulas de cooperación

Brasil y España estudiarán fórmulas de cooperación para evitar los problemas migratorios y superar el malestar creado.

Cada mes entran en España más de 2.000 brasileños y en los primeros meses del año han sido rechazados unos 900 ciudadnos de ese país, según fuentes aeroportuarias.