Todas las facultades de la Universidad de Valladolid, aularios y edificios administrativos se han adaptado a las necesidades de los alumnos con discapacidad.
Este objetivo se ha conseguido tras ocho años de trabajo. «Hemos avanzado mucho, aunque quedan cosas por hacer», reconoció el rector, Evaristo Abril.
Las últimas obras, en las que se han gastado 120.000 euros, han sido en Arquitectura, Ciencias, Industriales y los apartamentos Cardenal Mendoza. A ellas hay que sumar la construcción de un baño adaptado en la Politécnica.
«Este año se ha matriculado una alumna que se mueve en silla de ruedas y lo necesitaba, es algo habitual que cuando entra un alumno nuevo se vean nuevas necesidades», informaron.
Aunque lo más visible es salvar los obstáculos físicos, se trabaja también para eliminar otros como los que tienen alumnos con deficiencias auditivas.
Aunque no hay aún un traductor al lenguaje de signos, «existe un sistema con un micrófono para el profesor y un receptor para los alumnos que les ayuda a seguir las clases», informaron desde los servicios sociales. Aun así, aún existen edificios «difíciles de adaptar», como el palacio de Santa Cruz.
Las últimas obras
Arquitectura: Se han puesto dos plazas de aparcamiento para discapacitados y una plataforma salvaescaleras.
Ciencias: Tiene dos rampas interiores que salvan las escaleras.
Industriales: Se han construido aparcamientos reservados y un itinerario accesible para ellos.
A. Cardenal Mendoza: Adaptación de la altura y la anchura de las cocinas.
«Nunca he tenido problemas»
Se mueve en silla de ruedas y necesita un respirador, pero por lo demás su vida «es como la de cualquier universitario». Ella estudia en la facultad de Educación, un edificio nuevo que está muy bien adaptado.
«Hay dos ascensores, aunque van a diferentes niveles y si uno se estropea no puedo llegar a clase», afirma. Ana coge cada día un taxi para ir a clase y allí le recibe una compañera.
«Ellos me han ayudado mucho. El primer año contraté a una persona que me acompañara, pero ahora tengo amigas que me echan una mano», afirma.
Su autonomía es tal que sale todos los fines de semana de fiesta. «Lo peor son los autobuses urbanos, tengo una lucha diaria con ellos», finaliza.
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