Sin incidentes; la banda más desgraciada del mundo triunfa en su regreso a Madrid

Jack Russell, cantante de Great White, se desfoga en la sala Heineken. (SILVIA MANZANO)
Jack Russell, cantante de Great White, se desfoga en la sala Heineken. (SILVIA MANZANO)
SILVIA MANZANO
Jack Russell, cantante de Great White, se desfoga en la sala Heineken. (SILVIA MANZANO)

Muchas dudas acechaban a Great White en su paso por España. La banda estadounidense de hard-rock, inspiradísima tras la publicación del colosal Back To The Rythm pero protagonista de escándalos como un presunto playback y un mortal incendio en Rodhe Island (EE UU), recaló ayer en la madrileña sala Heineken para ahuyentar fantasmas y confirmar su gran momento de forma compositiva.

Y los rostros de satisfacción que surcaban a la mayoría de los asistentes tras la celebración del concierto, propiciado por Rockservatorio FM, evidenciaron que Jack Russell y compañía habían triunfado.

El inicio, con Desert Moon, y con todos los componentes de la banda exhibiendo una admirable comunión y sintonía con los fans, ya presagiaban una memorable velada de rock.

Poco importaron los esporádicos fallos de sonido que padeció el concierto, la banda al completo no se amilanó en ningún momento, y con paciencia y buen humor se aferraron a su carisma escénico y sus clásicos para tocar las entrañas del público.

Y, pese a los inevitables altibajos y a un Jack Russell que abandonó el escenario más de lo deseable, la actuación de los creadores de In The Tradition fue un derroche de actitud y emoción. Los años no pasan en balde, y la fogosidad juvenil de los primeros años del grupo ya no existe, pero Great White supo encandilar alternando con mucha pericia momentos íntimos con pedazos de dinamita hard-rockera.

Así, entre los momentos más sutiles y conmovedores de la velada cabe destacar una bellísima House Of Broken Love, una de las composiciones más impresionantes del grupo, y que fue la cima de la noche.

Incisiva On Your Knees

Rozando ese nivel, pero en un registro más contundente, el público saltó, jadeó y enarboló puños con apoteósicos trallazos como Rolling Stoned, Call It Rock And Roll o Can’t Skake It. Especialmente incisiva resultó la ejecución de On Your Knees, tema de su infravalorado álbum homónimo que mereció más suerte de la que gozó y que, irremediablemente, evocó de nuevo el constante infortunio que ha envuelto a Great White.

Once Bitten Twice Shy, la versión de Ian Hunter que les cubrió de gloria, fue la encargada de cerrar. Dos horas de actuación, y la sensación generalizada de apetecía escucharles al menor una hora más. Al fin y al cabo,
sólo tocaron una canción de su obra maestra, Can’t Get There From Here, y otra del disco que presentaban, el citado Back To The Rythm.

Pero este detalle, que en otra banda hubiera sido una decepción, en Great White, después de todo su calvario, se convierte en una bendición. Estos singulares rockeros están por encima de gratuitas complacencias o intereses mercantilistas. Ellos prefirieron remontarse a su primera etapa y, sobre todo, ajustar cuentas con un pasado lleno de desgracia.

Y, tras ese vibrante concierto, de recibo es admitir que lo lograron.

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