El atentado que ha costado la vida a la líder opositora paquistaní Benazir Bhutto causó consternación en el mundo entero y preocupación por sus consecuencias en la estabilidad de Pakistán.

El presidente de Pakistán, Pervez Musharraf, declaró tres días de luto y puso a las fuerzas de seguridad en estado de alerta, al tiempo que instó a "mantener la calma para afrontar esta tragedia".

El ex primer ministro paquistaní Nawaz Sharif ha afirmado en una rueda de prensa que el asesinato de su adversaria política constituye "una tragedia para toda la nación", y dijo que el Gobierno debería haber garantizado su seguridad.

También ha anunciado que su partido boicoteará las elecciones, después del atentado de Rawalpindi.

Sharif que, como Bhutto, regresó a Pakistán recientemente desde Arabia Saudí tras siete años de exilio, ha pedido al presidente Musharraf que dimita de su cargo para "salvar a Pakistán". Además, ha llamado a una huelga general para este viernes.

Cautela en la comunidad internacional

El Consejo de Seguridad de la ONU convocó una reunión extraordinaria para analizar la situación en Pakistán, mientras que su secretario general, Ban Ki-moon, se declaró "conmocionado e indignado" por un ataque que representa un "asalto a la estabilidad" del país y a su democracia.

Entre las reacciones internacionales, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, ha pedido que los comicios legislativos del 8 de enero "se desarrollen en condiciones de pluralismo, transparencia y seguridad".

Para el Alto Representante de la UE para la Política Exterior, Javier Solana, el objetivo del ataque contra Bhutto es la desestabilización y una muestra de que en Pakistán "hay fuerzas y personas que están tratando de socavar el proceso de reconciliación y democratización".