El paso previo al acoso sexual: de un "piropo" a un delito

"Un día que hacía calor me puse una camiseta con escote. Un compañero me vio y dijo delante del resto de la oficina: ‘¡Uf, madre mía! Qué alegría que ha llegado el verano...’".
"Un día que hacía calor me puse una camiseta con escote. Un compañero me vio y dijo delante del resto de la oficina: ‘¡Uf, madre mía! Qué alegría que ha llegado el verano...’".
PEDRO PERLES
"Un día que hacía calor me puse una camiseta con escote. Un compañero me vio y dijo delante del resto de la oficina: ‘¡Uf, madre mía! Qué alegría que ha llegado el verano...’".

En un contexto en el que el 27,4% de los jóvenes españoles considera que la violencia de género “es una conducta normal” en el seno de la pareja -según el Barómetro 2017 de ProyectoScopio-, y en el que, tan solo unas semanas después de que se celebrara el juicio contra ‘la Manada’, se han hecho públicas hasta tres nuevas denuncias de agresiones sexuales en grupo, todo apunta a que las campañas contra este tipo de situaciones no están siendo del todo efectivas y aún existen dudas a la hora de identificar actitudes machistas constitutivas de delito.

Las psicólogas ratifican que el mayor problema radica en que no se educa a los hombres desde la adolescencia para que identifiquen de qué forma sus acciones pueden resultar violentas a las mujeres. Con la ayuda de las historias reales sufridas por las miembros de la Federación de Mujeres Jóvenes y la opinión de expertas en género tratamos de distinguir cuál es la línea en la que un comportamiento normalizado por la sociedad puede convertirse en el paso previo a un delito de acoso sexual.

El “no es no”: “En una fiesta, un amigo quiso tener algo conmigo. Cuando le dije que no, comenzó a insistirme e, incómoda, me quise marchar despidiéndome con dos besos, que él aprovechó para besarme en la boca y retenerme sin que pudiese hacer nada para zafarme, delante de todas nuestras amistades; me sentí humillada”.

A pesar de todas las campañas que se han realizado con el lema “no es no”, la directora de la Agencia de Comunicación y Género, Isabel Mastrodoménico, reconoce que aún sigue resultando contradictorio para los más jóvenes escuchar esta máxima y enfrentarla al consumo de películas y series donde se normaliza el acoso sexual. En los productos culturales se muestran estas situaciones como cómicas o románticas, confundiendo sobre lo que puede llegar a ser un acto delictivo.

<p>"Me encontré con mi suegro en el supermercado. Yo estaba de espaldas hablando con una amiga, y al girarme me dijo: ‘Ya decía yo que ese culito me sonaba".</p>
"Me encontré con mi suegro en el supermercado. Yo estaba de espaldas hablando con una amiga, y al girarme me dijo: ‘Ya decía yo que ese culito me sonaba".

“Durante una temporada un chico que me había pedido salir, y al que le dije que no, estuvo insistiéndome a pesar de mi negativa. Llegó a hacerme regalos y demás. Ante esta situación, mi grupo de amistades en lugar de apoyarme lo que hizo fue presionarme para que le dijera que sí, porque les 'daba pena'. Dejé de quedar con ellos una temporada porque para mí resultaba muy agobiante”, cuenta otro testimonio de la FMJ.

Mastrodoménico, que ha trabajado con adolescentes en talleres sobre igualdad de género, asegura que es necesario educar también “desde los medios de comunicación y la cultura. Todo nos construye socialmente, y si tú escuchas muchas campañas contra el acoso pero no entiendes la raíz del problema, porque no te han explicado cuáles son tus privilegios como hombre y de qué forma puedes estar intimidando o presionando a una mujer, no lo vas a poder entender para ponerlo en práctica.

La cosificación con “piropos”: "Un día que hacía calor me puse una camiseta con escote, un compañero me vio y dijo delante del resto: '¡Uf!, madre mía, qué alegría que ha llegado el calor...'"

El piropo es una forma de cosificación que puede derivar en acoso

Existe mucho debate en torno a los “piropos”, es el punto más conflictivo porque depende de la confianza existente entre quien lo pronuncia y quien lo recibe. Pero en lo que sí coinciden las expertas es en que recibir este tipo de apelaciones al físico es una forma de cosificación que puede derivar en acoso. “Tienen que entender que nosotras, vayamos como vayamos vestidas, maquilladas o peinadas, no vamos pidiendo la opinión, no tenemos por qué estar recibiendo constantemente comentarios”, añade la directora de la Agencia de Comunicación y Género, detallando que ese tipo de actitudes solo contribuyen a la idea de que las mujeres necesitan recibir comentarios halagadores de su físico para sentirse mejor consigo mismas.

María García, directora de programas de Mujeres en Igualdad, explica que estos comportamientos están tan normalizados que resultan casi invisibles y forman parte del llamado machismo encubierto. Suponen el paso previo para circunstancias más peligrosas. “Si yo te acoso sexualmente es porque te he cosificado previamente. Cuando llega una mujer a una reunión, el primer comentario entre ellos es si está buena o no y el de ellas es: 'qué mona vas'. Entra un hombre y nosotras podemos pensar lo mismo, pero a ellos no se les dice”, incide, recalcando que esta clase de situaciones llevan a encajar a las mujeres en el rol de la belleza, infravalorando su presencia en el ámbito laboral.

Además, García defiende que este tipo de "micromachismos" terminan desprestegiando a la mujer que tiene un puesto con autoridad en una empresa. "La valoran menos, una mujer jefa les impone menos respeto. Primero porque ya de base se cuestiona que esa mujer merezca ese puesto, y se piensa si ha llegado allí por alguna relación personal, algo que no te planteas con un hombre. La prueba está en que cuando empezaron a nombrar a ministras, sus currículums estaban en todos los medios de comunicación, el de ellos no".

<p>"En una comida con profesores y alumnos, me pregunta mi tutor por qué parto trozos tan pequeños para comer: ‘Como no puedas meterte cosas más grandes, vas a tener muchos problemas’".</p>
"En una comida con profesores y alumnos, me pregunta mi tutor por qué parto trozos tan pequeños para comer: ‘Como no puedas meterte cosas más grandes, vas a tener muchos problemas’".

La importancia de las relaciones jerárquicas: "Mi jefe me pedía que le tocara el brazo para que viera lo fuerte que estaba del ejercicio que hacía. '¿Te gustaría que rompiera la camisa?', no había confianza para que me dijera esas cosas". 

Para las expertas en género, el caso de un superior y una empleada genera una intimidación clara para la víctima, que el hombre puede evitar realizándose la siguiente pregunta: "¿La otra persona va a recibir mi comentario de igual a igual o estoy en una situación de poder en la que puedo imponer una situación violenta?". Pero estos casos no solo se dan en el ámbito laboral, también en el académico: 

"En el instituto tuvimos un profesor que se pasó desde primero de la ESO hasta su jubilación persiguiendo a mi grupo de amigas en los recreos y haciéndonos comentarios muy inapropiados sobre nuestro aspecto físico y nuestros 'novios'", cuenta una miembro de la FMJ, respaldada por la historia de otra chica: "En una comida con profesores y alumnos, me pregunta mi tutor por qué parto trozos tan pequeños para comer: 'como no puedas meterte cosas más grandes vas a tener muchos problemas'. Todos mis compañeros rieron la gracia"

Para García y Mastrodoménico, el límite en estos casos es evidente. No solo hay que identificar la relación jerárquica entre las dos personas, sino también valorar las diferencias de edad para saber cuándo un comentario o una "broma" va a resultar inapropiada.

Educar en igualdad desde la niñez

"Cuando despachábamos en la barra del bar, los compañeros aprovechaban para cogerte de la cintura para apartarte... o, a veces, de más abajo, tocando de más".
"Cuando despachábamos en la barra del bar, los compañeros aprovechaban para cogerte de la cintura para apartarte... o, a veces, de más abajo, tocando de más".

Aunque puedan resultar simples juegos, los comportamientos que pueden generar actitudes machistas en el futuro ocurren desde la infancia. "En el colegio, un niño 'jugaba' a perseguirnos para tocarnos el culo sin nuestro consentimiento a una amiga y a mí ante la pasividad del profesorado".

Por este motivo, Isabel Mastrodoménico explica que en los talleres de igualdad que realizan los colectivos feministas por colegios e institutos se insiste en castigar este tipo de actitudes y enseñar a tratarse como iguales. "Tienen que respetar a las mujeres no porque podamos ser su hermana, su madre o su prima, simplemente porque somos personas con los mismos derechos que ellos".

Una técnica que funciona con los más jóvenes es "ponerles un espejo delante" con todo lo que la sociedad transmite a las mujeres. "¿Qué pasaría si a ti te estuvieran diciendo constantemente que no puedes ir así vestido, solo por la calle, o estuvieran valorando constantemente tu físico en lugar de tu trabajo? ¿Y si te insistieran para mantener relaciones pese a tu respuesta negativa?, este mensaje lo interiorizan muy bien", asegura.

Para María García, la educación es esencial en todos los niveles, incluso después de haber cometido una agresión sexual. "Si yo defiendo que un maltratador o un agresor lo es por un condicionamiento cultural, educacional y social, podré trabajar con eso también, intentar desmontar ese planteamiento cognitivo. Es difícil, pero hay casos recuperables".

"Nadie se plantea que cinco mujeres acorralen a un hombre en un portal para violarle, o que si se baja los pantalones en los Sanfermines vayamos como locas a manosearle, simplemente porque a nosotras no se nos ha educado para eso", añade García. Esta situación podría evitarse con planes obligatorios en los colegios, "la ley de igualdad y la de violencia de género obliga a que los haya, pero la inspección educativa no funciona y los únicos que cumplen con esos temas son los colegios concertados, porque están muy vigilados".

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