Muere el ganadero Victorino Martín a los 88 años

  • Será enterrado este miércoles en Galapagar (Madrid).
  • Levantó y fundó una de las ganaderías de lidia más prestigiosas.
El ganadero Victorino Martín, en el centro de la imagen.
El ganadero Victorino Martín, en el centro de la imagen.
ROBERTO JIMENEZ FOTOGRAFO
El ganadero Victorino Martín, en el centro de la imagen.

El ganadero de toros bravos Victorino Martín Andrés ha fallecido este martes en su finca Monteviejo, según ha informado su familia en un comunicado difundido a través de Twitter.

Martín, que había sufrido un accidente cardiovascular, ha fallecido rodeado de sus seres queridos y será enterrado mañana en el cementerio de Galapagar.

Mito, leyenda e icono del imaginario español. En todo eso se convirtieron con el paso de los años los toros de Victorino Martín Andrés, ese "paleto" que hace más de medio siglo comenzó, casi de la nada, a dar forma a la que es una de las más famosas ganaderías de bravo de la historia: los victorinos.

Desde su loclidad natal de Galapagar, en Madrid, a la sombra berroqueña del Guadarrama, este astuto carnicero y hombre de campo, superviviente y huérfano de los años duros de la posguerra, llegó a obsesionarse por satisfacer, con tantos sacrificios como osadía, la gran pasión de su vida: la crianza de toros de casta.

Con paciencia de tratante fue como, a principios de los sesenta, encontró por fin su gran oportunidad al adquirir, en sucesivas compras, la vacada que los varios herederos de Juliana Escudero estaban dejando caer en el abandono, pese a su excelente pedigrí.

Así que, buscando el dinero debajo de las piedras e implicando a toda su familia, Martín comenzó a cumplir un sueño que le iba a llevar hasta lo más alto de la crianza del bravo, no sin aplicar una hábil estrategia de lo que ahora se llama marketing y que antes solo se conocía como "sabiduría popular".

Ganadería brava

Usando la plaza de Las Ventas como base de lanzamiento, y como idóneos publicistas y aliados a los críticos regeneracionistas que denunciaban los abusos taurinos de la década de los sesenta, el inteligente "paleto" fue obteniendo los sucesivos éxitos que avalaban sus revuelos mediáticos y, en consecuencia, su paulatina entronización como ganadero singular.

Sin pelos en la lengua, con la ruda pero contundente sinceridad que le proporcionaba la confianza total en el juego de sus toros, Martín acabó definiéndose como un personaje de gran popularidad en los años de la transición política, y no solo entre los aficionados a la tauromaquia.

Tanto es así que su fama y la de sus toros ha llegado a trascender hasta el habla popular de los españoles, pues las expresiones y comparaciones con referencia a victorinos son ya tantas o más que las referentes a los "miuras", la otra gran y antigua leyenda, aunque de sino más trágico, de la ganadería de lidia.

Alejado radicalmente del concepto típico del ganadero, visto casi como un señor feudal, "el sabio de Galapagar" conjugó perfectamente esa actitud populista con los cada vez más espectaculares resultados de unos toros que, cumpliendo el tópico taurino, se parecían a quien los criaba: bravos y encastados, para bien o para mal.

El sólido legado del "paleto", su herencia incalculable de prestigio y bravura, está ahora en las manos de su hijo, del mismo nombre, que ha mejorado la imagen de marca, y también ahora las de su nieta Pilar, tercera ganadera de la familia que, desde los campos cacereños, garantiza la continuidad de este icono español, al menos, hasta mediados del siglo XXI

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