El plan de choque del Departament d’Interior para detener la alta siniestralidad entre los motoristas en las carreteras catalanas (con 29 fallecidos en 28 accidentes en lo que llevamos de año) pasará por una formación y la exigencia de una tasa de alcoholemia cero para los conductores.

Las muertes sobre dos ruedas en el asfalto fueron 15 en el mismo periodo 2016, casi la mitad. Trànsit ha analizado detalladamente estos accidentes mortales y ha detectado que el 32,5% fueron colisiones frontales, el 36% tuvieron como único implicado al conductor y, de estos, el 60% se debieron al exceso de velocidad, el 60% afectaron a motoristas de entre 36 y 59 años y otro 60% los protagonizaron motos de gran potencia (más de 500 centímetros cúbicos).

Otro de los factores de peso en 11 de los 28 siniestros fue «la falta de técnica del conductor en las curvas abiertas y suaves, que a priori no parecen tan peligrosas», explicó ayer la directora del Servei Català de Trànsit, Eugenia Domènech, a la salida de la reunión del Grup de Treball de Motocicletes.

Por ello, se propondrá señalizar estas curvas y ampliar la formación teórica y práctica de los chóferes y colocar señales de tráfico específicas para motos en estas zonas peligrosas de la vía.