Para muchos, la Semana Santa sigue siendo tiempo de procesiones, potaje, torrijas y películas bíbilcas de sobremesa. También de descanso vacacional, siempre y cuando la lluvia no agüe la fiesta (algo bastante habitual). Sin embargo, en la era de la tecnología e internet, las tentaciones son grandes y los pecados capitales adquieren mil y una formas irresistibles que nos acercan a actividades mucho menos católicas. Cables, píxeles, redes sociales, smartphones, plataformas de vídeo bajo demanda e incluso electrodomésticos conectados se alían para hacernos caer en los vicios que amenazan la moral cristiana.
Pereza
Pero la inventiva del ser humano no se detiene y siempre se nos ocurren cosas que se podrían hacer con aún menos esfuerzo. Actos tan básicos como mover el café con la cucharrilla pueden simplificarse aún más. La taza Self Stirring Mug puede mezclar el café con leche por ti. Pulsas el botón que hay en el asa y la bebida se convierte en un Maelstrom de cafeína. Eso sí, funciona con pilas y es mejor no meterlo en el lavavajillas, otro de esos inventos hijos de la pereza.
¿No es suficiente vagancia esta para disfrutar de la Semana Santa? Entonces lo mejor es comprar una Ostrich Pillow y dejarse caer en cualquier parte a dormitar. Se trata de una almohada creada en España y pensada para un fin también muy español, echarse unas buenas siestas. La almohada funciona como una especie de capucha acolchada que se pone en la cabeza, dejando al usuario a oscuras y permitiéndole apoyarse cómodamente en cualquier parte. Incluye dos huecos en la parte superior, pensados para calentar las manos, que completan un diseño ideal para actuar como extra alienígena en cualquier película de Star Wars.
A todo esto hay que sumar internet, herramienta básica para practicar el deporte favorito de los perezosos, la procastinación.
Avaricia
No importa que necesitemos diez vidas para escuchar todos los discos, jugar a todos los videojuegos y ver todas las películas y series que tenemos almacenadas en el disco duro, lo imporante es tenerlas, poder acceder a ellas si queremos. Ahora que hay más oferta legal online, el streaming y las plataformas de vídeo bajo demanda han cambiado un poco esto, pero solo en la forma. Ya no se guardan tantos contenidos, pero sí se busca constantemente cómo acceder a la mayor cantidad posible (pagando o no).
Con internet también han llegado los tíos Gilitos digitales, que no quieren nadar en monedas de oro y joyas sino en bitcoins. Lo tienen difícil, la compleja moneda virtual es muy escasa y solo puede conseguirse mediante minería de bitcoins, para lo que hay que utilizar muchos recursos. Este tipo de avaricia digital es totalmente incompatible con la pereza digital. Si uno es vago, difícilmente aguantará más de un minuto frente a un tutorial sobre bitcoins.
Gula
En un momento en el que todos los enseres están evolucionando para ser más inteligentes que nosotros, las cocinas ya aspiran a transformarse en una especie de sala de control de una nave de Star Trek. Los electrodomésticos smart ya amenzan con invadirnos: tablas de picar que son al mismo tiempo tabletas táctiles, placas que informan sobre el peso, la toxicidad y el valor nutricional de los alimentos que se colocan sobre ellas, microondas que reconocen los alimentos y calculan su temperatura y tiempo de cocción idóneos, frigoríficos con pantallas táctiles capaces de controlar la temperatura y humedad de cada compartimento de refrigeración de forma independiente... Además, llegará un momento en el que todos estén conectados al smartphone e interconectados entre sí. ¿Alguien ha dicho HAL 9000?
Y, sin abandonar las referencias espaciales, también nos encontramos con la impresión 3D, que ya es capaz de imprimir comida y que está siendo considerada por la NASA como una opción viable para alimentar a los astronautas. Bajando al planeta Tierra, la gula de los ciudadanos de a pie tiene en internet un menú infinito de opciones, miles de páginas web, canales de YouTube y aplicaciones gastronómicas que hacen salivar al primer click.
Lujuria
En el mundo analógico, la lujuria tecnológica más tradicional siempre ha llevado pilas. Ahora, todo el universo que rodea a los vibradores y juguetes sexuales en general es aún más sofisticado: consoladores con texturas y materiales más agradables y flexibles, control remoto vía smartphone, mayor resistencia al agua, carga mediante conexión USB, sensores de movimiento... El sector sex tech ya mueve 30.000 millones de dólares al año y se prevé que esta cifra se dispare en muy poco tiempo.
El próximo gran salto del porno y de los juguetes sexuales radica en sendas tecnologías muy en boga. En primer lugar, la realidad virtual aspira a revolucionar la industria pornográfica del modo en que el 3D no logró hacerlo. Por otro lado, la evolución de los juguetes sexuales pasa por la transformación de las clásicas muñecas hinchables en realistas mujeres y hombres robóticos. El sexo con robots ya es un tema de debate.
Envidia
Por otro lado, la envidia siempre ha estado muy ligada a los productos tecnológicos. El que tenía una consola Atari 2600 envidiaba al que tenía una NES y este al que tenía una MegaDrive o una Super Nintendo. El que tenía un simple DVD envidiaba al que se había instalado un home cinema en el salón. El que tenía tele de tubo envidiaba al que ya había adquirido una de esas futuristas pantallas planas. El que tenía un viejo Nokia (no un Nokia 3310, claro) envidiaba a los que descubrían un nuevo universo con el iPhone... Y así hasta nuestros días, donde la envidia se mide por la capcidad de almacenamiento y la duración de la batería del móvil.
Ira
Por fortuna, la propia tecnología también sirve a menudo para aplacar la ira, para dejarla salir. Los videojuegos siempre han sido una buena forma de desfogarse tras un día complicado, de desquitarse a tiros con villanos digitales sin hacer ningún daño a nadie. El juego online, en el que los rivales son otros jugadores que juegan desde sus casas, la adrenalina se dispara y ese efecto "terapéutico" se multiplica por mil. Eso sí, las agresiones verbales o por escrito están a la orden del día, pero al menos nadie resulta herido.
Otra de las mejores formas de reconducir la ira es practicar deporte, y ahora eso también está muy ligado a la tecnología. Los wearables están por todas partes: pulseras que miden las constantes vitales, smart watches para deportistas, camisetas inteligentes... Para deportes como el boxeo y las artes marciales existen incluso guantes con sensores que detectan la velocidad y la fuerza del golpeo y envían la información al teléfono móvil. También en el smartphone, y sin necesidad de hacer deporte, es posible encontrar algunas apps para aprender a controlar la ira.
Soberbia
La vanagloria siempre ha estado muy ligada con la belleza, y ahí también está entrando la tecnología poco a poco: dispositivos portátiles de luz que reducen rojeces, arrugas y ojeras, máquinas de microdermoabrasión para la piel, masajeadores para ojos, fotodepiladoras domésticas, básculas inteligentes...
La propuesta más futurista, que aún tardará algo en llegar, son los espejos inteligentes, con pantalla LED y cámara capaz de analizar la calidad de la piel, entre otras muchas funciones. Otra de las utilidades básicas de estos espejos será la de probador virtual, ya que permitirán superponer todo tipo de prendas sobre la imagen real del usuario. El espejo de la madrastra de Blancanieves no tardará en quedar obsoleto.
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