Existía una ligera inquietud acerca del paso de Tesla por España en este 2007. Si bien todos los fans son conscientes de la tremenda calidad que atesoran sus componentes, y que hasta ahora su discografía, iniciada con un álbum que roza el sobresaliente (Mechanical Resonance) y digna de una de las mejores formaciones de hard- rock americano de los últimos veinte años, no había registrado un paso en falso, quedaba por comprobar el estado de forma escénica de Jeff Keith y compañía.
Pues bien, ayer la sala Macumba, atestada y apestando a autenticidad y admiración por el grupo, se vino literalmente abajo ante la rotunda exhibición que los de Sacramento desplegaron ante una audiencia que rozó el éxtasis en ciertos momentos. Tras la actuación de Chalice, teloneros, las expectativas eran enormes ante los creadores de Shine Away.
Pues bien,
Cuesta creerlo, pero parece que el paso del tiempo se haya detenido para estos malditos e infravaloradísimos músicos. Si uno cerraba los ojos y se dejaba llevar por una canción tan arrebatadora como Little Suzie, podía pensar perfectamente que se encontraba en un hediondo garito americano de mediados de los 80's asistiendo a la primera gira de la banda.
Sin duda, Tesla tiene que ver hoy en día mucho más con eminencias como New York Dolls o Pearl Jam, en el sentido de que son formaciones veteranas pero conservan casi toda la frescura y vitalidad de sus inicios, que con cadáveres ambulantes al estilo de MC5 o Guns N' Roses.
Rock Bottom, impecable
Del repertorio, y salvo las irritantes omisiones de Shine Away y Rock Me To The Top, sólo cabe arrodillarse y aplaudir. A Cumin' Atcha Live le siguió Walk Away, versión de James Gang, a ésta Modern Day Cowboy... en fin, una avalancha de perlas de ensueño. Curiosamente, y tal y como sucedió con el inspiradísimo y reciente concierto de The Waterboys en la capital, el himno por antonomasia del grupo, Love Song, fue la que menos frenesí transmitió, y fue inevitable advertir el piloto automático en la banda.
Pero ese bache, al que siguió una discreta
Aunque tampoco sería justo obviar a Jeff Keith, que mantiene imperturbable su añeja aura de frontman de la vieja escuela y su voz cargada de emoción e ímpetu.
Con una excelsa Edison's Medicine cerrando la actuación y con los integrantes de la formación exhibiendo su simpatía ante los individuos de las primeras filas, todos los asistentes bajaron poco a poco al suelo y comenzaron a departir sobre el torrencial espectáculo que acababan de presenciar. Y el sentimiento más compartido que sobrevolaba la sala era... "¿cuándo veremos algo semejante".
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