Dos distantes extremos del mundo fueron el terreno donde, al mismo tiempo, germinaron los cánones clásicos del arte y otras grandes fuerzas motrices de la cultura. En la línea imaginaria que los une están, en el occidente, el mundo grecorromano, y, al oriente, lo que muy pronto sería China.

Una exposición de enorme intensidad y exquisito contenido, Age of the Empires (La edad de los imperios), muestra como la China clásica es comparable a las culturas griega y romana. Permanecerá abierta en el MET de Nueva York hasta el 16 de julio y cuenta con la colaboración de 32 museos e instituciones culturales de la república asiática.

La muestra está integrada por 160 grandes objetos, entre ellos algunos de los más espectaculares y famosos guerreros de terracota, pero también textiles, cerámica, escultura, pinturas, caligrafía, miniaturas y obras en metal. Ninguna de las piezas, todas del periodo clave de las dinastías Qin y Han, había salido nunca antes de China.

En un plazo de algo más de cuatro siglos —la época Qin se extendió entre los años 221 y 209 antes de nuestra era y la Han fue del 206 antes de nuestra era al 220 de nuestra era— cuajó la identidad china bajo la premisa de que se trataba de una nación integrada por la conexión de muchas culturas —aún hoy muchos chinos suelen referirse a sí mismos como "el pueblo Han"—.

A lo largo de las dos dinastías se afianzó el idioma, se estandarizaron la moneda y las medidas, se trazó la primera red de vías de comunicación, germinaron las artes y se establecieron los paradigmas políticos y administrativos que regirían durante los siguientes dos mil años.

Según el director del MET, Thomas P. Campbell, Age of the Empires marca "un hito" en materia de exposiciones relacionadas con China en los EE UU, porque presenta obras de la Edad de oro del arte, la arquitectura, la tecnología y la literatura del país, coincidente con profundos cambios sociales, económicos, religioso y políticos. Para el responsable de la pinacoteca neoyorquina, el contenido de la muestra es una "sucesión de tesoros".

Lo más notable de la corta dinastía Qin —de cuya etimología quizá provenga la palabra China— es la súbita aparición en el arte arte chino de las figuras monumental, reveladas por las excavaciones en el mausoleo del primer emperador de Qin, donde se desenterró un ejército con casi 8.000 soldados de terracota de tamaño natural, descubierto durante unas obras para un abastecimiento de agua en marzo de 1974 cerca de Xi'an.

La exposición se abre con un grupo espectacular de estos guerreros, algunas de las armas reales con las que fueron enterrados y un par de réplicas de los carros de bronce, formados por más de tres mil piezas, que también integraban la comitiva. El conjunto no solo demuestra el poder militar de la dinastía, sino la excelencia en el trabajo artístico: cada guerrero, de 1,80 metros de altura, es realista y distinta de las demás, con diferentes bigotes, peinados, edades, rasgos y etnias.

Aún más llamativa es una gran figura semidesnuda descubierta recientemente. Se trata de una escultura de enorme precisión anatómica y de proporciones, que recuerda las piezas del canon griego introducidas por primera vez en Asia por Alejandro Magno.

Durante la dinastía Han el imperio vivió una etapa de enorme prosperidad. Dan testimonio del poder y riqueza de las élites dominantes los vasos ornamentales rituales de materiales preciosos, conjuntos de exquisitos instrumentos musicales y textiles de seda.

Un ejemplo llamativo de la querencia por lo espectacular y el exotismo es la figura de un rinoceronte modelada a partir de un animal vivo. También el ritual funerario era destacado: se exhibe un traje de entierro de una princesa con más de 2.000 piezas de jade y otros objetos para los tumbas

La sección final de la exposición revelará la diversidad del arte y la cultura material en las áreas fronterizas influidas por el resto de Asia y Europa. Forman parte de esta sección una monumental escultura de piedra de un león agazapado, una imponente columna de piedra acanalada con dragones en relieve, una caja de plata de influencias persa y helenística, dos hebillas de oro inspiradas por el arte nómada de las estepas del norte, collares de amatista, aguamarina, berilo y cristal de roca...

La exposición concluye con un examen del mundo de las deidades, los espíritus y la vida en el más allá. La pieza más curiosa es una escultura de un árbol de dinero de bronce en el que crecen monedas en lugar de frutos.