Un artesano ha solicitado 17.176 veces un puesto en El Rastro, y cada día más

  • Desde hace siete años pide una plaza en el mercadillo.
  • Asegura que el Ayuntamiento impide el libre acceso a los puestos.
José Rojo, en su casa, rodeado de las solicitudes presentadas.
José Rojo, en su casa, rodeado de las solicitudes presentadas.
JORGE PARÍS
José Rojo, en su casa, rodeado de las solicitudes presentadas.

José Rojo "no va a parar" hasta que logre su objetivo. Es artesano y desde hace siete años lucha para lograr un puesto en El Rastro de Madrid. El 18 de abril de 2000 hizo su primera solicitud, pero no recibió respuesta. Decidió entonces que, a modo de protesta, acudiría cada día al Ayuntamiento para reclamar: lleva un total de 17.176.

Hay puestos libres y algún motivo oculto para no concederlos; quieren reducir el número de puestos

"Nadie puede acceder a un puesto porque desde 2000 no se han sorteado las plazas vacantes", denuncia. Desde el Consistorio, encargado de coordinar los puestos, lo confirman, pero aseguran que si no se ha hecho es porque antes alguien "se tiene que dar de baja" para que queden plazas libres.

José duda de que ésa sea la razón: "Hay muchos puestos libres y algún motivo oculto para no sacarlos a sorteo". Esta opinión la comparte la portavoz de la asociación Rastro.es y antigua coordinadora de la plataforma de comercio ambulante de Madrid, Carmen Torralbo, quien asegura que de los 1.500 puestos (3.500 módulos de 1m2), entre el 5 y el 8% están vacíos.

Renovación anual

Torralbo cree, además, que la razón de que no haya un concurso es que "la Administración quiere reducir el

número de puestos" para que El Rastro sea cada vez más pequeño. Lo habitual en los mercados de la región es que los propietarios renueven su plaza cada año y las que quedan vacantes se repartan mediante un sorteo o una lista de espera.

El origen de El Rastro se remonta al siglo XV, cuando los mataderos y curtidores de pieles se asentaron en este barrio de las afueras de Madrid, lo que fomentó un comercio activo. Su nombre se debe a que desde el matadero de la ribera del Manzanares se arrastraban las reses muertas con sus pieles hasta las curtidurías de la calle Ribera de Curtidores, lo que dejaba un rastro de sangre. Ha sido protagonista de películas, canciones y libros, entre otras obras, y una Ordenanza del Ayuntamiento lo considera Patrimonio Cultural del Pueblo de Madrid desde el año 2000.

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