Retratan la zona de exclusión de Fukushima, mil kilómetros cuadrados envueltos en plástico

  • Desde 2011 Carlos Ayesta y Guillaume Bression fotografían el área fantasmal evacuada por peligro de contaminación atómica tras el accidente nuclear.
  • El territorio, delimitado por barreras de plástico transparente, mantiene todas las viviendas, edificios e infraestructuras, pero faltan los 80.000 habitantes originales.
  • 'El accidente está lejos de terminar, tanto en la central como entre los refugiados nucleares', dicen los documentalistas.
Algunas partes de la zona de exclusión de Fukushima están delimitadas por grandes tiras de plástico como la de esta foto de Carlos Ayesta y Guillaume Bression
Algunas partes de la zona de exclusión de Fukushima están delimitadas por grandes tiras de plástico como la de esta foto de Carlos Ayesta y Guillaume Bression
© Carlos Ayesta / Guillaume Bression
Algunas partes de la zona de exclusión de Fukushima están delimitadas por grandes tiras de plástico como la de esta foto de Carlos Ayesta y Guillaume Bression

Mil kilómetros cuadrados de territorio en torno al complejo nuclear japonés de Fukushima-Daiichi, colapsado tras el accidente nuclear de 2011, son considerados zona de exclusión a la que solo se permite el paso eventual bajo la propia responsabilidad y en la que está prohibida la residencia —80.000 refugiados han sido realojados en otras áreas por la Administración—.

Además de profusa señalización de peligro por contaminación, las autoridades han desplegado en algunas zonas barreras de plástico transparente para señalar la frontera. Las lonas de plástico que envuelven árboles, construcciones, máquinas expendedoras... tiñen el lugar de una aterradora atmósfera de sala de autopsias.

Los documentalistas Carlos Ayesta y Guillaume Bression —venezolano y francés residentes en Japón— han viajado a la zona de exclusión con regularidad desde 2011 y puesto en marcha el proyecto en línea Fukushima, No Go Zone, donde han ido registrando una encuesta audiovisual de las consecuencias humanas y ambientales de la crisis. "El accidente está lejos de terminar, tanto en la central como entre los refugiados nucleares", dicen.

Inventario de encuentros

Los inquietos fotógrafos editan ahora en el libro Retracing Our Steps - Fukushima Exclusion Zone 2011 – 2016 (Volviendo sobre nuestros pasos - La zona de exclusión de Fukushima, 2011-2016) una antología de las visitas y un inventario de los encuentros que han mantenido con los evacuados, personas expulsadas de sus lugares de residencia tras la catástrofe.

El volumen, editado por Kehrer [152 páginas y un PVP de 39,9 euros], muestra lo que queda de una región evacuada de un día para otro: paisajes intocados donde no hay cascotes, ruinas ni restos de un desastre tangible, sino una sensación fantasmal. "Lo normal y lo extraño se entremezclan en estas casi surrealistas pero plausibles fotografías", dicen desde la casa editorial.

Como si nada hubiese sucedido

Los fotógrafos han querido indagar sobre qué emociones asaltarían a los antiguos residentes si regresaran a sus antiguos hogares, colegios o a los supermercados donde compraban a diario. Con la aquiescencia de quienes aceptaron el retorno para hacer las fotos, llevaron a personas de la zona a esos emplazamientos y las invitaron a posar como si nada hubiese sucedido.

La indagación muestra las huellas psicológicas de la tragedia y el éxodo forzoso. Las imágenes son chocantes: una mujer posa con un carrito de la compra en un supermercado donde los envases de alimentos siguen en los estantes; un adolescente escucha música en la tienda en la que compraba discos; un oficinista simula atender un teléfono en su antiguo lugar de trabajo... Todos parecen estatuas de cera con miradas vacías y descreídas en lugares donde el tiempo se ha detenido.

'Alguien ha movido algo de lugar'

"Mi marido y yo teníamos un salón de peluquería en Tomioka, a diez kilómetros de la central, hasta que tuvimos que evacuar. Cada vez que vuelvo aquí, tengo la extraña sensación de que alguien ha entrado y ha movido algo de lugar", dice Keiko Morimatsu.

"Ya estoy acostumbrada, pero al principio ni siquiera podía quedarme una hora aquí, en mi vieja imprenta", añade Shigeko Watanabe. "Creía que podría regresar a vivir de nuevo, pero todos mis vecinos compraron casas en otros lugares y nadie planea volver (...) Esta zona es un pedazo de nada y nadie se preocuparía si desapareciera".

Los fotógrafos también muestran los centenares de miles de bolsas de plástico negro que, apiladas, contienen los 25 millones de metros cúbicos de materiales y tierra posiblemente contaminados, y el avance imparable de las plantas y la naturaleza que cubren automóviles y construcciones.

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