Neil Patrick Harris cuelga el traje de Barney Stinson por la risa demoníaca de Olaf

  • Estrena 'Una serie de catastróficas desdichas', la adaptación televisiva de la saga de libros de Lemony Snicket disponible en Netflix desde este viernes.
  • En ella interpreta al malvado Conde Olaf, un personaje que le obligó a pasar por maquillaje tres horas diarias para que su rostro fuera irreconocible.
Neil Patrick Harris se meterá en la piel de Conde Olaf en la nueva serie de Netflix, 'Una serie de catastróficas desdichas'.
Neil Patrick Harris se meterá en la piel de Conde Olaf en la nueva serie de Netflix, 'Una serie de catastróficas desdichas'.
GTRES
Neil Patrick Harris se meterá en la piel de Conde Olaf en la nueva serie de Netflix, 'Una serie de catastróficas desdichas'.

Hay una generación que no recuerda a Neil Patrick Harris por su nombre. Sigue siendo, para una inmensa mayoría, Barney Stinson, el mayor womanizer de la pequeña pantalla, ese que conquistaba a las mujeres sin esfuerzo y a golpe de Playbook. Pero también, por haberse convertido en la mejor percha para trajes de la televisión después de lucir cientos de ellos durante nueve años por exigencias del guión.

En el hotel Essex de Nueva York, en cuyo interior espera la prensa internacional grabadora en mano, no hay un decorado de Cómo conocí a vuestra madre, pero Harris parece salido de una escena de la sitcom que le encumbró. Queda claro que con los años no ha desarrollado urticaria a la rigidez de las camisas, la corbata y el traje, aunque delante de una cámara, una vez el grito de "acción" pone la maquinaria a funcionar y desata la imaginación de los intérpretes, prefiere una caracterización más elaborada. Cuánto más se aleje su aspecto de la realidad, mejor. Por ello, el personaje de Olaf en Una serie de catastróficas desdichas, la adaptación televisiva de los libros de Lemony Snicket que estrena Netflix este viernes, ha supuesto un soplo de aire fresco para el actor. "Fue muy divertido porque no se parece en nada a mí físicamente. Olaf es terrible. Su cara, su corazón, su existencia... Fue interesante no tener vanidad", cuenta a 20minutos en una suite presidencial con vistas a Central Park.

Más de tres horas de maquillaje diarias ("era mucho tiempo", asegura) y prótesis faciales permitieron transformar sus rasgos en el temible y aterrador Conde Olaf que amenaza a los hermanos Baudelaire con arrebatarles la herencia de sus padres. Y precisamente con ese aspecto de villano bajo el que cuesta reconocerle daba las buenas noches a sus hijos a través de la app de videollamadas de Facebook. "Rodábamos en Vancouver y estuve sin verles semanas. Así que les daba las buenas así, como Olaf. Pero no te creas que estaban sorprendidos. Sabían perfectamente dónde estaban las prótesis y el maquillaje, y nos reíamos mucho".

La primera temporada traslada a la pequeña pantalla los primeros cuatro libros de los trece que escribió Lemony Snicket hasta 2006, que él se tuvo que leer. "Tienen misterio, aventura, son oscuros... Y eso se refleja en la serie". Abarcar el hilo argumental de cuatro novelas permitirá, además, "conocer a muchos personajes". "Y adivina algo... la historia no acaba bien", dice visiblemente cansado, mientras se revuelve con apatía en el sillón. Lejos queda la actitud jovial que suele mostrar en entrevistas. Son las cinco de la tarde y lleva desde las nueve recibiendo a periodistas. Jim Carrey fue el actor que puso rostro y vida a Olaf en la gran pantalla. ¿Veremos similitudes con él? "Encuentro su versión más cómica, más tonta. Yo he intentado mantenerme fiel al libro, donde es mucho más oscuro y más feo de lo que retrató la película".

Neil Patrick Harris ha demostrado con los años que se mueve como pez en el agua en cine, televisión y sobre las tablas de Broadway. Y que además de actuar, canta, baila y presenta, lo demostró en la gala de los Oscar de 2015 de la que fue maestro de ceremonias. ¿Hay algo que se le dé mal? "Soy muy malo dando masajes", dice mientras flexiona los dedos y los observa con detenimiento. "De hecho me molesta. Es un don. Creo que no tengo esa habilidad, la de sentir la energía de la otra persona".

Descartamos los masajes entonces. Pero si ya canta, baila, actúa y presenta... ¿Qué es lo siguiente? ¿Qué le falta? Se queda pensativo durante unos minutos. Le echamos un cable: ¿La política? "Política no, desde luego", suelta entre risas y sin dar opción a más. Ganar un Oscar no parece que esté tampoco en su lista de temas pendientes. "Me gustaría dirigir más". ¿Está cansado de la interpretación? "No, no. Actuar es divertido, pero solo trabajas una parte de la historia. En el otro lado desarrollas la creatividad. Estás en la creación de ideas, el casting, el montaje... Puede ser divertido estar al mando, ser más creativo. Y así no tener que ser tan consciente de mi cara".

Eso mismo le ocurrió al verse expuesto durante nueve años en televisión con el papel de Barney Stinson al que dio vida en la comedia que muchos ponían a la altura de Friends, Cómo conocí a vuestra madre, sobre un grupo de amigos en Nueva York y las aventuras y desventuras de uno de ellos hasta que conoce a la mujer de su vida. ¿Sigue en contacto con el resto de actores? "Sí, suelo ver a Cobie Smulders [Robin] porque vive en la ciudad y tiene dos hijos de la misma edad que los míos. Juegan juntos, vamos a nadar...". Ahora que tanto su ex compañero de reparto Jason Segel como él están trabajando en diferentes proyectos con Netflix, la plataforma que abandera los remakes televisivos, la pregunta que se hace todo el mundo es: ¿Estamos más cerca de la resurrección de la serie? ¿Le gustaría volver a enfundarse el traje? "Creo que no ha pasado tiempo suficiente desde que acabó". Desde luego, su regreso, podría ser "legendario".

El papel de Conde Olaf, al contrario que el de Stinson, le agotaba físicamente. "Mantener un nivel de energía fuera de lo normal ha sido el mayor desafío. Está loco y cabreado y mantenerse así durante doce horas al día es muy duro. ¿Has gritado alguna vez?", me pregunta. "Sí, claro", respondo sin saber bien dónde quiere ir a parar. "En ese momento tu cuerpo reacciona de una manera contraria. Lo normal es calmarse, volver a casa, pero siendo Olaf tenía que estar así todo el día. Mantener ese nivel de rabia fue difícil".

¿Quién da más miedo, Olaf o Donald Trump? En ese momento se incorpora, hace una pausa y mira con intencionalidad a su representante, que acecha desde el otro extremo de la habitación grabando y apuntando cada respuesta con avidez. "Probablemente Olaf, creo que Donald Trump tiene conciencia". Después de haber pedido a la ciudadanía estadounidense que se movilizara en las últimas elecciones a través de diferentes spots, la siguiente pregunta es de obligado cumplimiento: ¿Qué le parece la victoria de Trump? De nuevo esa mirada cómplice a la publicista, está claro que no somos los primeros en hacerla. Y con un "no voy a contestar preguntas políticas, ya he contestado bastantes por hoy" zanja el tema. El terreno es farragoso y el tiempo apremia.

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