María, 33 años, lleva 12 viviendo con miedo, con auténtico pavor. El causante de sus pesadillas es Javier, su ex marido. "Tiemblo al pronunciar su nombre", se lamenta. María sufrió sus palizas durante siete años, desde que se casó en 1995 hasta 2002, un año después de abandonarlo (un día de ese año la agredió en plena calle).

Ahora, tras divorciarse de él y rehacer su vida junto a otra persona, las pesadillas regresan, y con ellas los puñetazos y las patadas, con la única diferencia de que la víctima ya no es ella, sino su hija Lorena, de 11 años, que también es hija de Javier.

La historia es digna de la mejor película de terror. Con 21 años y embarazada, María se casó en 1995. La boda fue el punto de partida de las palizas, "muchas de ellas brutales, incluso cuando estaba embarazada". Una de ellas la llevó al hospital la Nochebuena de 1995 y provocó el parto de su pequeña. "Yo era joven y estaba anulada, no tenía familia, mi madre también había sido una mujer maltratada y estaba en una casa de acogida. No tenía adónde ir y aguanté".

En 2001 decidió dar el paso y se separó de su peor pesadilla. "Es entonces cuando lo denuncié, dictaron una orden de alejamiento y lo perdí de vista"... hasta 2004, cuando empezó los tramites de la separación legal.

"Volvieron las pesadillas, porque a un juez se le ocurrió establecer un régimen de visitas para que Javier viera a su hija Lorena". El sufrimiento que había pasado María ahora le tocaba a su hija. "Le empezó a pegar y lo volví a denunciar pero sólo conseguí que a mí me arrestaran en mi domicilio por incumplir el régimen de visitas".

María, desesperada, no sabe adónde acudir. "Le he denunciado muchas veces, he llevado los partes médicos de las lesiones de Lorena, pero sus abogados siempre recurren y este sábado le toca de nuevo su turno de visitas". María está decidida a no llevar a su hija al encuentro. "Ella no quiere verle, lleva tres años muy malos en los estudios. Ahora que yo he conseguido salir, un juez está condenando a mi hija a revivirlo, que alguien nos ayude".

Condenado por reconciliarse

La Audiencia de Cantabria condenó ayer a seis meses de cárcel a un maltratador por haber vuelto a convivir con su pareja , con la que se había reconciliado, cuando todavía estaba en vigor la pena de alejamiento. La sentencia estima que el permiso de la víctima no basta para dejar en suspenso la condena.

Jesús I. B. había sido absuelto en primera instancia por un juzgado de Santander, pero la Fiscalía apeló ante la Audiencia Provincial para defender que el cumplimiento de las condenas no puede quedar al arbitrio del acusado. El tribunal revoca la absolución porque "las penas se imponen para ser cumplidas, salvo que exista una medida legal que autorice su no cumplimiento".