Caravaggio, Delacroix, el Bosco, Ensor..., el mejor arte de 2016

  • Un repaso por las grandes exposiciones del año que termina.
  • La locura por Caravaggio y los 'caravaggistas' se extendió por Madrid, Londres y Nueva York en tres grandes muestras de intenciones similares.
  • El centenario del dadaísmo, la voluptuopsidad de Delacroix, el pesimismo de Ensor, el quinto centenario de las visiones infernales de El Bosco...
Retrato al óleo de la poeta Anna Akhmatova pintada por la artista cubista Nathán Isáyevich Altman
Retrato al óleo de la poeta Anna Akhmatova pintada por la artista cubista Nathán Isáyevich Altman
Saint Petersburg, State Russian Museum © Bildrecht, Vienna, 2016
Retrato al óleo de la poeta Anna Akhmatova pintada por la artista cubista Nathán Isáyevich Altman

Si fuese obligado mencionar al pintor de 2016, estaríamos hablando de un genio violento y bronco con una vida demasiado corta —murió a los 38 años—. Michelangelo Merisi da Caravaggio (1571-1610) fue, en su tiempo y durante los años posteriores, uno de los más influyentes pintores de la historia.

Llevó al extremo la expresividad del claroscuro —le llamaron con justicia inventor de la "forma de las sombras"— y se entregó a un naturalismo salvaje al dar entrada a la sensualidad erótica y la violencia pintando momentos cruciales, sostenidos en el tiempo con una exactitud que predice a la fotografía.

En el año que termina Caravaggio y sus alumnos, los caravaggistas, protagonizaron exposiciones en Madrid, Londres y Nueva York. El Thyssen de la capital española reveló la seducción de los artistas noreuropeos por el naturalismo del maestro en Caravaggio y los pintores del norte. La exposición, con 12 obras del lombardo y 50 de otros caravaggistas, mostró la locura desatada en Roma entre 1600 y 1630, cuando en la ciudad se establecieron dos mil artistas, la tercera parte de Flandes, Holanda y Francia, porque todos querían imitar al rey del claroscuro.

Londres y Nueva York también se dejaron cautivar por el erotismo y la violencia de la tribu de fanáticos del gran pintor de los momentos cruciales. Dos exposiciones simultáneas ahondaron en la influencia del naturalismo apasionado y salvaje de Caravaggio: el MET de Nueva York exploró la obra del francés Valentin de Boulogne (1591–1632), uno de los más notables imitadores del maestro, y la Galería Nacional de Londres presentó Más allá de Caravaggio', con 49 pinturas de relevantes seguidores de la senda del italiano.

Demasiado fieles a la realidad

De Boulogne fue un pintor destacado en el siglo XVII, pero la historia no ha sido justa con él. En un poético paralelismo con la vida de su admirado maestro, fue olvidado durante dos siglos, y sólo volvió a merecer el interés de los historiadores y el público a partir de 1910, cuando el crítico Roberto Longhi sacó a Caravaggio y los caravaggistas del absurdo ostracismo en el que habían caído por ser demasiado fieles a la realidad.

Además de estas tres muestras, enlazadas por la misma figura central y el mismo estilo, repasamos algunas de las más notables citas artísticas de 2016, un año pródigo en buen y hondo arte.

Una gran exposición en la ciudad holandesa de 's-Hertogenbosch (en castellano, Bolduqe), donde vivió y trabajó el maestro, presentó 12 piezas restauradas —la que aparece arriba es La nave de los locos antes y después del proceso—. La nueva visión resulta pasmosa y hasta chocante: los cuadros abigarrados de visiones infernales tienen una luminosidad nunca experimentada en la edad moderna.

En plena polémica sobre la atribución de algunas obras del misterioso pintor, uno de los grandes de todos los tiempos, el Prado organizó otra exposición posterior, pero de inferior impacto.

Ninguneado en su tiempo por "incompetente'', Eùgene Delacroix, que murió a los 65 años en París (1863), fue el protagonista de un regreso con aroma de justicia. Una gran exposición en la Galería Nacional inglesa, Delacroix y el nacimiento del arte moderno, mostró la grandeza de un artista incomprendido en su época.

El autor de La libertad guiando al pueblo fue un creador volcánico y un ser humano inquieto, moderno y preocupado por culturas ajenas a la europea. Sólo con las vanguardias —Picasso le admiraba y Cézanne dijo que "todos pintamos como Delacroix"— fue tomado en serio su estilo en apariencia descuidado.

La ciudad de Zürich, patria chica del dadaísmo, reúnió por primera vez las 200 obras enviadas al padre del movimiento, el feroz y absurdo Tristan Tzara. Nunca publicadas o exhibidas en conjunto, la exposición de las piezas de Dadaglobe celebró el centenario de la vanguardia más procaz de la historia, la que proponía dinamitar los cánones y "mear y cagar en colores diferentes". Tras el estreno en la Kuntshaus de la ciudad suiza, viajó luego al MoMA de Nueva York.

Por su bella insolencia el dadaísmo se ha convertido en una "leyenda de libertad" que atraviesa los últimos cien años, dejando en cada vanguardia, en cada manifestación artística fanática o contundente, desde el situacionismo al punk, las señas iniciales de la escuela: exigir una transformación de la vida sin la cual la creación es imposible y cometer un atentado destructor contra cada canon, regla o convención.

La capital alemana acogió una exitosa exposición sobre el Siglo de Oro, la época española de esplendor creativo y profunda melancolía de los siglos XVI y XVII. La Gemäldegalerie berlinesa exhibió 150 piezas cedidas por 64 museos. Obras de Velázquez, El Greco, Murillo, Alonso Cano, Juan Sánchez Cotán... y un paso de Semana Santa de Gregorio Fernández de cinco esculturas de tamaño natural sobre Cristo con la cruz a cuestas.

Un año antes de la celebración del centenario de la Revolución de los Sóviets, una gran exposición en Viena con obras cedidas por colecciones públicas desplegó la prolífica y valiente creatividad de los artistas rusos de principios del XX. Entre 1910 y 1920 el territorio aislado, enorme y casi medieval de los zares fue escenario de una ebullición creativa sin parangón en ningún otro lugar de Europa.

Hasta el triunfo de la represión estalinista, los géneros plásticos nacían uno tras otro: neoprimitivismo, rayonismo, cubofuturismo, suprematismo, constructivismo... Malevich, Kandinski, Chagall, Rodchenko y muchos otros salieron de aquellas hornadas de artistas con ansia revolucionaria.

La exposición constataba el bullicioso y valiente fervor de los creadores plásticos rusos de la edad de oro de las avanzadillas modernas, cuando todo parecía posible y un género plástico nacía y moría en cuestión de meses para dejar paso a otro.

El estilo que enalteció la lascivia, el pecado, el culto a la muerte, la caída y el fracaso protagonizó en Milán una gran exposición con 150 obras de entre finales del siglo XIX y la I Guerra Mundial. Los simbolistas fueron militantes de la rebeldía y ejercieron con fervor el rechazo de la realidad, el triunfo de la intuición y el disfrute del delirio de las pasiones.

Frecuentemente relegado al papel de movimiento meramente literario —con Rimbaud a la cabeza de los próceres malvados—, el simbolismo artístico, cuya huella es notable entre finales del siglo XIX y la I Guerra Mundial, ha sido mal tratado por la crítica y la historia. Se le tiene por un género de segunda fila, una especie de antecesor milenarista del pulp, y queda aplastado por la buena prensa que tienen entre los académicos las vanguardias serias, desde el impresionismo al surrealismo, el cubismo y demás tendencias de la época.

La exposición reunió piezas que raramente se pueden ver juntas de Redon, Von Stuck, Rops, Previati, Böcklin, Klinger, Moreau, Khnopff, De Chavannes, Sartorio... Los organizadores colocaron por una vez a los simbolistas en el lugar central que merecen, junto a los decadentistas y esteticistas —etiquetas que a menudo se solapan y se refieren a una sola sensibilidad—, de la transición hacia el modernismo y la experimentación en el arte. Fue una escuela que predijo el "final del progreso" y las falsas promesas de la revolución industrial, alertó a la sociedad sobre los peligros del "predominio de la cantidad" y las dictaduras de la razón y del academicismo.

El MoMA exhibió los monotipos de Edgar Degas, la serie más salvaje del artista francés de las bailarinas y los desnudos. Descubrió en 1870 la técnica de grabado del monotipo y se dejó llevar por un ardor experimental.

Rompió con el impresionismo que había cofundado, se encerró en el estudio, abandonó el aseo personal y tiñó su obra de zonas unicolores, planas, abstractas. Los 130 monotipos que expuso el museo neoyorquino colocan al pintor como el más moderno, improvisador y arriesgado de su tiempo.

El Centro Pompidou de París acogió la mayor exposición sobre el suizo alemán Paul Klee (1879-1940) celebrada en Francia en casi medio siglo. La muestra utilizó como hilo conductor la ironía, que el artista plástico empleó como método y herramienta creativa.

Klee creía en la sátira para reflejar el momento histórico en que vivió y apostó por el arte para denunciar dogmas y normas. Consciente de que imitar el clasicismo ya no era una opción para quien quisiera reflejar el estado del mundo, opinaba que el arte debía ser "un fallo en el sistema".

El artista plástico suizo-alemán comenzó por la sátira, pero continuó explorando las vanguardias de su tiempo —cubismo, expresionismo— y se volvió un científico de la luz y del color en su etapa como profesor en la escuela alemana de diseño Bauhaus. En la abstracción persiguió la esencia de las cosas. "El arte no reproduce lo visible; sino que hace visible", escribió en los años treinta.

El MoMA tardó seis décadas en valorar el arte de vanguardia del iconoclasta Francis Picabia (1879-1953), pero finalmente lo hizo por todo lo alto con una retrospectiva de todas las etapas de la carrera irreverente y audaz de uno de los grandes vanguardistas del siglo XX.

Nuestras cabezas son circulares para que nuestros pensamientos puedan cambiar de dirección reunió más de dos centenares de obras del cubano-francés inclasificable y voraz: circuló por el impresionismo, estuvo en el núcleo natal del dadaísmo, fue surrealista, cubista, fovista yabstracto. "Soy un monstruo", afirmaba.

Intriga mostró en Londres 70 obras del belga James Ensor (1860-1949), narrador visual de la siniestra y oscura condición humana. Precursor del expresionismo y el surrealismo, las máscaras del maestro, un desertor del impresionismo, siguen siendo agresivas, turbadoras, críticas y crueles. La muestra fue coordinada por el también belga Luc Tuymans, un gran pintor contemporáneo europeo y, como Ensor, un diseccionador de lo grotesco.

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