No entra en lo habitual que el cuartel general de una empresa sea considerado símbolo territorial con el mismo poder que una bandera o un himno. La excepción es la Capitol Tower, inaugurada en abril de 1956, en el número 1.750 de la calle North Vine de Los Ángeles. El edificio, de 13 pisos y diseñado por el arquitecto Welton David Becket, el mejor condensador del desenfadado californian way of life en proyectos de construcción, está catalogado hoy como patrimonio público.

La Torre Capitol era un reflejo en tres dimensiones del producto que fabricaba y vendía la empresa cuya sede albergaba: discos con canciones. Fue el primer edificio de oficinas del mundo con forma circular, como los vinilos, y estaba rematado por un mástil en forma de aguja fonográfica. Una luz roja parpadeaba en la cúspide emitiendo en código morse la palabra Hollywood, un reclamo hacia la entrada en la tierra de los sueños.

Cuando se trasladó a la modernísima sede, la empresa discográfica tenía más de una década de edad: había sido fundada, en 1942, a partir de una tienda de discos, Music City. Los tres socios iniciales aspiraban a ver cumplido un sueño, pero sabían que era casi imposible: plantarle cara a los todopoderosas discográficas de Nueva York, en la opuesta Costa Este de los EE UU, RCA-Victor, Columbia y Decca.

Capitol Records cumple 75 años. Aunque ya no es un sello independiente dado que en 2013 fue comprado por el grupo Universal, uno de los apéndices del lobby francés Vivendi —conglomerado dedicado al entretenimiento audiovisual que terminará 2016 con una facturación estimada de 30.400 millones de euros—, celebra el aniversario con eventos de variado cariz: desde la reedición de piezas básicas del catálogo de discos de la empresa hasta una docuserie que será emitida en 2017.

La parte editorial-documental queda cubierta con el libro 75 Years of Capitol Records (75 años de Discos Capitol), que recorre, con gran despliegue fotográfico, la trayectoria de "una de las etiquetas más definitorias del mundo" durante los últimos tres cuartos de siglo. El volumen, una edición de gran formato y precio elevado, está editado por la editorial Taschen [492 páginas, 150 dólares de precio], e incluye un largo ensayo histórico de uno de los más prestigiosos periodistas musicales de la escena mundial, el crítico e historiador inglés Barney Hoskyns (1959).

El desfile de artistas que han entrado en la Capitol Tower De los Beatles a Beck —que escribe en el libro una pieza corta—, de Nat King Cole a Frank Sinatra, de los Beach Boys a Miles Davis, del Kingston Trio a Coldplay, Radiohead o David Bowie, es casi imnumerable el "desfile de artistas que han entrado en la Capitol Tower, uno de los lugares más emblemáticos de Hollywood" y un escenario decisivo para la música de la segunda mitad del siglo XX.

Con cientos de imágenes de los archivos oficiales de la discográfica, el libro permite cotejar la evolución del sello a través de estilos de todo tipo, desde el pop hasta el jazz, pasando por el rock, el country y el soul. Hay fotografías poco conocidas o sencillamente inéditas de artistas como, además de los citados, Pink Floyd, Steve Miller, Bob Seger, Linda Ronstadt, los Beastie Boys, Duran Duran, y Bonnie Raitt. Las "estrellas contemporáneas" incluyen a Katy Perry y Sam Smith.

La empresa fue fundada por tres capitalistas: Glenn Wallich, Johnny Mercer y Buddy DeSylva, cuyas pericias eran complementarias. El primero era el dueño dueño de una cadena de venta y reparación de aparatos de radio, más tarde reconvertida en gran almacén por departamentos. Mercer (1909-1976) era un compositor y cantante de enorme sensibilidad, autor de más de 1.500 canciones. También procedente de la escena musical, DeSylva había escrito letras para musicales de Broadway.

Tuvieron la sensibilidad y la vista de descubrir y fichar en exclusiva en 1943 a un chico negro con voz sedosa y apasionada que malvivía actuando en boleras, Nat King Cole (1917-1965), que se convirtió en ídolo popular y primer bastión de la compañía. El gran puntó de inflexión llegó con la contratación de Sinatra, que grabó los mejores discos de su carrera, colecciones conceptuales sobre el amor roto, en los estudios del sótano de la sede de Capitol, que llegaron a ser famosos por el sonido sepulcral y catedralicio con el que marcaban la música.

  Luego llegaron los Beatles, distribuidos en los EE UU por Capitol, cuya filial inglesa EMI era la discográfica del cuarteto, y los Beach Boys, una maquinaria de producción de éxitos instantáneos durante la década de los años sesenta.