El MoMA tarda seis décadas en valorar el arte de vanguardia del iconoclasta Francis Picabia

  • Todas las etapas de la carrera irreverente y audaz de Francis Picabia (1879-1953), uno de los grandes vanguardistas del siglo XX, son recogidas en una muestra.
  • 'Nuestras cabezas son circulares para que nuestros pensamientos puedan cambiar de dirección' reúne en el MoMA más de dos centenares de obras del francés.
  • Inclasificable y voraz, circuló por el impresionismo, estuvo en el núcleo natal del dadaísmo, fue surrealista, cubista, fovista y abstracto. 'Soy un monstruo', afirmaba.
'La revolución española', de Francis Picabia, 1937
'La revolución española', de Francis Picabia, 1937
Private collection. Courtesy Thomas Ammann Fine Art AG, Zurich. © 2016 Artist Rights Society (ARS), New York/ADAGP, Paris. Photo courtesy Archives Comité Picabia
'La revolución española', de Francis Picabia, 1937

Audaz, irreverente y de influencia sostenida sobre el arte del siglo XX, Francis Picabia (1879-1953) era una de las grandes cuentas pendientes del Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA). La pinacoteca que dicta la mímesis de la creación contemporánea y funciona como academia en la emisión de títulos de grandeza creativa era consciente del déficit y lo subsana  con la tremenda antología Francis Picabia: Our Heads Are Round so Our Thoughts Can Change Direction (Nuestras cabezas son circulares para que nuestros pensamientos puedan cambiar de dirección).

El título de la muestra, que puede verse hasta el 19 de marzo de 2017, es uno de los aforismos del artista referidos a su negativa racional y vigorosa a ser encapsulado en cualquier estilo: saltó de uno a otro por capricho o empuje inspiracional durante toda su carrera, un cuerpo inclasificable de un creador voraz que circuló por el impresionismo, estuvo en el núcleo natal del dadaísmo, fue surrealista, cubista, fovista y abstracto. "Soy un monstruo (...), un espíritu libre que se toma libertades incluso con la libertad", afirmaba.

'Artista crucial'

Con más de 200 obras, la retrospectiva coincide con el centenario del nacimiento del dadaísmo, del que Picabia fue uno de sus pivotes centrales, pero quiere, sobre todo, alejar del incalificable creador la tara de una subvaloración que ha pervivido en el tiempo dada la renovación permanente y la militancia seguida del casi inmediato distanciamiento de tantas escuelas. En el MoMA definen a Picabia, que comenzó con la creación artística precisamente en Nueva York, como un "artista crucial" del siglo XX.

La exposición, la primera celebrada en los EE UU con espíritu antológico sobre la compleja y variada obra del artista, reúne más de dos centenares de piezas, de las que 125 son pinturas, y permite, dicen los organizadores, la completa comprensión del "genio indisciplinado de Picabia y su lugar vital dentro de la historia del arte moderno". La muestra contiene también obras sobre papel, una película, material impreso, grabaciones sonoras de poemas y una lista de reproducción de música relacionada con Picabia.

Hijo de un industrial español azucarero

Criado en la familia acomodada de un español que había acumulado una fortuna con el azúcar en la provincia cubana de Cienfuegos, Picabia estudió en la Escuela de Artes Decorativas de París —ciudad en la que había nacido— desde los 17 años. Vendió con éxito sus primeras pinturas, claramente impresionistas, pero pronto rechazó el estilo por entender que se trataba de un género "decorativo" para amoblar los salones de la burguesía.

A partir de entonces el artista se convirtió en "evasivo" y "evitó enérgicamente cualquier estilo o medio singular", añaden desde el MoMA. Pasó por el mundo pasaron por el mundo como un torbellino, rompiendo moldes y desacomodando escuelas. Ningún estilo le satisfacía y tomó la lógica decisión de agotarlos todos con ferocidad y premura para dejarlos abandonados. Aunque es sobre todo conocido como una de las luminarias del dadaísmo, su carrera varió y fue un perpetuo zigzag: de paisajes fovistas a la abstracción, de pinturas de máquinas a desnudos fotográficos, del cine  al collage, la poesía y la edición.

Un artista 'nervioso'

Este nerviosisimo hace del artista una figura "especialmente relevante" para entender la creación contemporánea como un "desafío a las narrativas familiares del modernismo". Cuando murió, tras sufrir un derrame cerebral, tenía 73 años. Los últimos años de su vida los había pasado en una práctica reclusión y, desde 1945, había abandonado todo afán realista. "El arte figurativo ha muerto", declaró.

El genio de Picabia asomó por primera vez en 1913 en Nueva York, donde llamó la atención del legendario mecenas y marchante —y futuro pionero de la fotografíaAlfred Stieglitz, que propuso al joven una exposición en el Armory Show, la galería más avanzada de la ciudad. Picabia presentó piezas de gran tamaño que incorporaban elementos cubistas y experimentaban con los colores brillantes y el movimiento de las formas. Llamaron al estilo, menos sombrío que el practicado por Picasso al otro lado del Atlántico, cubismo órfico, porque pretendía añadir al estilo un carácter tangible y alegre.

'Me siento como un nómada'

Comenzó entonces el tránsito de Picabia por el mundo —"me siento como un nómada, viajando por las ideas al igual que viajo por ciudades y países", escribió—. Con la I Guerra Mundial asolando Europa y dado su antibelicismo radical, pasó unos meses en Barcelona antes de establecerse en Zúrich, en la neutral Suiza. Allí se integró activamente en el círculo dadaísta —ya conocía al líder del grupo, Tristan Tzara, por vía postal—, participó en la revista 391, donde desarrolló su interés por los objetos impresos, el grafismo y la poesía visual en la imágenes mecanomórficas que se encuentran entre sus series más famosas.

Separado de los dadaístas por las tensiones internas de un colectivo que contenía el germen nihilista de la autodestrucción, en 1921 "regresó al orden", como decía con humor, con una reversión nostálgica a la figuración naturalista. Entre 1923 y 1926, de nuevo en movimiento entre estilos, creó murales y collages como Femme aux Allumettes, influida por las obras automáticas del surrealismo, pero también se dedicó a la crítica social con la series provocadoras Monster y Transparencias, con reelaboración de elementos clásicos.

Falos y vulvas

A partir de 1925 Picabia abandonó el ajetreo de París y se refugió en la Costa Azul, donde participó activamente en la vida social de la alta burguesía. Las décadas de los años treinta y cuarenta fueron un período de experimentación con la descaradamente erótica y políticamente controvertida serie Pin-Ups, en la que se apropió de elementos de revistas y publicaciones para crear obras que prefiguran el arte pop, como La adoración del becerro, una reflexión amarga sobre la grotesca idolatría social. También desarrolló abstracciones en las que eran patentes las referencias sexuales a falos y vulvas.

El amplio recorrido culmina en los cuadros de puntos y las hondas superficies azules de reducción formal extrema que pintó en los últimos años de su vida, tras someterse a tratamiento psiquiátrico contra la neurastenia y desviarse buscando reposo de la angustia de sus temas. Durante la II Guerra Mundial se refugió en el sur de Francia, donde pintó obras que combinan temas kitsch, cultura popular y política en una mezcla inquietante y piezas monocromáticas incrustadas con grandes puntos.

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