Rumanía deja de ser el coto de caza en Europa gracias a presiones ecologistas

  • La decisión del Ministerio de Medio Ambiente protefe a 552 osos, 657 lobos, y 482 felinos salvajes que iban a ser sacrificados.
  • La prohibición ha despertado oposición entre la población rural, que ve la caza como un medio para controlar a depredadores peligrosos.
  • ''La caza no es un deporte, sino un trabajo; los cazadores vigilan el exterminio ilegal", argumenta Biro Marmureanu, director de la Asociación de Cazadores. 
Una hembra de oso pardo junto a sus oseznos, en una imagen tomada en un bosque del norte de Europa.
Una hembra de oso pardo junto a sus oseznos, en una imagen tomada en un bosque del norte de Europa.
GTRES
Una hembra de oso pardo junto a sus oseznos, en una imagen tomada en un bosque del norte de Europa.

Rumania ha dejado de ser el coto de caza de Europa para osos, lobos y linces, después de que su Gobierno suspendiese por las presiones ecologistas un sistema de cuotas que establecían asociaciones cinegéticas.

La inesperada decisión del Ministerio de Medio Ambiente, adoptada después de que 20.000 personas secundasen una protesta en Internet, protege a 552 osos, 657 lobos y 482 linces y felinos salvajes que iban a ser sacrificados por esas cuotas en 2016 y 2017.

La prohibición ha despertado oposición entre la población rural, que ve la caza como un medio para controlar a depredadores peligrosos, y también del sector de la caza, convertida en toda una industria en el país.

En la pasada década la caza se ha convertido en un negocio multimillonario con aficionados llegados de todo el mundo dispuestos a pagar hasta 10.000 euros por un trofeo mayor, que suele ser la cabeza o una parte del animal que se conserva como recuerdo.

La expansión de este negocio se produjo debido a una laguna en la legislación europea, que permite abatir a animales protegidos -como es el caso de estos grandes carnívoros- si suponen un peligro para los seres humanos.

"Hay animales que no suponen un peligro, que no entran nunca en interacción con las personas, normalmente ejemplares grandes y bellos, y que son cazados para trofeos, lo que ha creado una verdadera industria floreciente en los montes Cárpatos", explica Magor Csibi, director de la ONG conservacionista WWF Rumanía.

Csibi, pese a todo, considera que sí deben de existir cuotas de caza, pero ve impropio que sean las asociaciones de cazadores las que las impongan ya que están involucradas en el negocio.

El Ministerio de Medio Ambiente ha anunciado que va a crear una comisión especial que recibirá información sobre los daños que generan los animales y a partir de ellos establecerá una cuota.

Así, la caza para reducir los especímenes salvajes se debe hacer "allí donde social y económicamente no podemos hacer otra cosa", expone Silviu Chiriac, consejero de la Agencia para la Protección de Medio Ambiente de la región de Vrancea.

Desde su ingreso en la Unión Europea, en 2007, hasta 2015 se han abatido 2.374 osos, 1.586 lobos y 898 linces y felinos salvajes con este sistema de cuotas.

Gran polémica por parte de la población a la medida

Las estimaciones oficiales apuntan que en Rumanía quedan unos 6.000 osos y 4.000 lobos, aunque las organizaciones ecologistas denuncian que esos números son exagerados y que en realidad la población de grandes carnívoros es mucho menor.

Esos expertos recuerdan que cada asociación de caza controla una pequeña zona y que muchos animales pueden ser contabilizados varias veces al atravesar distintos territorios. Así, los números oficiales salidos de ese recuento estarían inflados.

"Un oso, un lobo o un lince atraviesan fácilmente un territorio de unas 150.000 hectáreas, por lo que resulta comprensible que cazadores que hace recuento pueda doblar el número de huellas, no necesariamente de mala fe", afirma Chiriac.

A su vez, Domokos Csaba, director de la asociación ecologista "Grupo Milvus" recuerda que "en Rumanía, los animales sobre el papel solo mueren si son abatidos legalmente; no existe sobre el papel la caza ilegal ni la muerte natural".

Además, sostiene que "los estudios científicos internacionales indican que no se reducen los daños mediante la caza".

Por ello, las organizaciones conservacionistas piden que se tomen medidas alternativas, como vallas eléctricas que impidan el contacto entre zonas habitadas por animales salvajes y seres humanos.

Las asociaciones de cazadores defienden su gestión y el sistema de cuotas que han venido aplicando hasta ahora.

"La caza no es un deporte, sino un trabajo; los cazadores vigilan el exterminio ilegal", argumenta Biro Marmureanu, director de la Asociación de Cazadores y Pescadores Deportivos "Tarnavara Mare", de la región transilvana de Harghita.

No obstante, el cazador admite que es un "privilegio disparar a un oso" y que muchos turistas extranjeros están dispuestos a pagar los alrededores de 7.000 euros que vale abatir un ejemplar y llevarse un trofeo.

"Si un cazador extranjero caza un oso, el Estado ingresa mínimo unos 1.000 euros a través del IVA, por lo que este tipo de turismo resulta realmente rentable", considera Marmureanu.

El cazador recuerda que muchos campesinos les piden que maten a grandes carnívoros porque destrozan sus cosechas y devoran sus animales domésticos.

Un oso fue abatido el pasado miércoles en la ciudad transilvana de Sibiu, cuando huía de la presencia humana por los tejados y algunas calles del centro de la ciudad.

"Muchos vienen a nosotros para protegerlos, pero no somos una empresa que ofrece servicios de seguridad", concluye Marmureanu.

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