El Don Juan Tenorio se reinventa, fiel al clásico, con el estreno de su musical en Gran Vía

Una escena del musical 'Don Juan' estrenado en la Gran Vía de Madrid.
Una escena del musical 'Don Juan' estrenado en la Gran Vía de Madrid.
JORGE PARÍS
Una escena del musical 'Don Juan' estrenado en la Gran Vía de Madrid.

Casi 200 años después del nacimiento de José Zorrilla, una de sus obras más célebres, el Don Juan Tenorio, entra en el siglo XXI al más puro estilo de los musicales de Broadway. Don Juan, un musical a sangre y fuego, es una gran producción que pone música y coreografía a esta obra clásica sobre el delito, el amor y la redención, que llega al Teatro de la Luz Philips en la Gran Vía madrileña este jueves 6 de octubre.

Hace 27 años el compositor y productor mexicano Antonio Calvo (Houdini, Regina) pensó en cómo sería convertir la obra de Zorrilla en un gran espectáculo. Y se puso a ello y más de un cuarto de siglo después está lista para los espectadores. El musical respeta casi al 100% los versos originales de Zorrilla, con la excepción de un pequeño inserto al inicio, en la escena del carnaval, por necesidades de la producción y es íntegramente cantado.

Se trata de un musical de gran formato, con una escenografía móvil con más de 300 piezas y que llena los doce metros de altura de la boca del escenario y que incluye desde columnatas a grandes escalinatas y balconadas, telones de piedra que se abren y cierran y efectos ópticos. A ese escenario le dan vida los 18 intérpretes que llegan a estar al mismo tiempo sobre las tablas, entre actores y bailarines, aunque aquí esa diferenciación es difícil de hacer, puesto que el elenco canta, baila e interpreta a partes iguales.

En palabras de Julio Awad, director musical, "no es fácil encontrar actores que puedan cantar, bailar e interpretar y que sean buenos en todo eso... y que encima, encajen en su personaje". Lo han conseguido con todo el elenco, pero especialmente con el protagonista, el canario afincado en México Toni Bernetti (Don Juan), que lleva "el peso del 80% de la obra" y que es capaz de cantar durante las más de dos horas que dura el espectáculo, pasando de la zarzuela o la ópera al rap y al blues y todo ello mientras salta desde mesas, trepa escaleras o lucha a espada con sus rivales. "Mi foniatra se está haciendo de oro", bromeaba el actor.

Bernetti lleva al arranque de la obra un traje de cuero rojo con multitud de elementos y unas enormes botas, "las botas son lo peor", reconoce, que debe quitarse y reemplazar por el siguiente atuendo en menos de siete minutos. "Hay que ensayar mucho en quitarlo y ponerlo para que luego no haya sorpresas", explica. El concepto del vestuario es obra del diseñador catalán Lluís Jusre de Nin y lo ha creado Eloise Kazan, y reúne los elementos canallescos de los personajes con la sensualidad de los mismos, o la serenidad y austeridad de otros.

Don Juan es un musical de gran formato. Bajo las tablas del escenario están los camerinos, sala de vesturario y atrezzo. Es un pequeño laberinto en el que no cruzarse con nadie es prácticamente imposible. Bulle de actividad antes y durante la obra, pues hay hasta 15 cambios de escena, con los consiguientes cambios de vestuario.

En paralelo, la escenografía, el decorado, cambia casi 20 veces, sin incluir los momentos en los que se mueve durante los números. Resulta espectacular ver, por ejemplo, escenas en las que unas arcadas de columnas se mueven por el escenario, coordinadas con unas escalinatas y todo ello mientras casi 20 personas cantan y bailan en escena, interactuando con esos elementos, que recrean la Sevilla del siglo XVI. En uno de los pasajes, por ejemplo, Don Juan y su lacayo Ciutti recorren los callejones de Sevilla, pasando bajo unos soportales que se mueven en torno a ellos.

¿Cómo se diseña algo así? "Si te enseño mi libro de Don Juan... parece el mapa de un científico loco. Incluyo las coreografías y el movimiento escénico. Se hace con un plano del escenario y marcando dónde está cada personaje, cada elemento... voy haciendo esquemas, pegando papeles encima...", explica Tino Sánchez, responsable de la dirección escénica y la coreografía.

Doña Inés es interpretada por la joven soprano y concertista Estíbaliz Martyn, "un talento que el mundo va a conocer", según Calvo, y sorprendentemente su coreografía fue la más fácil de diseñar, pues "es un personaje delicado, muy en cámara lenta... es un alma tranquila. Con Don Juan puedes hacer mucho más, subir mesas, bajar escaleras, saltar... están muy definidos", explica el coreógrafo.

Bajo los intérpretes está el foso de la orquesta, apenas visible por un vano bajo en el frontal del escenario, está la orquesta, compuesta por 15 músicos (en realidad por 30, pues hay dos músicos por cada instrumento para que puedan rotar, igual que cada actor tiene un 'cover' que le sustituye en caso de necesidad) que son guiados por el director de orquesta, que sigue la obra gracias a una gran pantalla bajo el escenario, en la que, gracias a los infrarrojos de una cámara, puede ver lo que pasa en escena incluso cuando ésta está en total oscuridad.

El Don Juan Tenorio es una obra en verso, que no está de más conocer para disfrutar plenamente del musical, que cuenta la historia de un bandido calavera que apuesta con un igual a quién será capaz de las peores tropelías, entre las que se encuentra seducir a una novicia que esté para profesar, Doña Inés. Sin embargo, el amor atrapa al canalla Don Juan y a las puertas de la muerte y la condenación, acaba siendo su salvación.

Don Juan en datos

  • 30 segundos. Es lo máximo que tardan los cambios de escena (en los que se mueven elementos de varios metros de altura). Ese breve lapso evita que el público desconecte de la historia.
  • 3 metros. Llega a alcanzar el personaje de Doña Inés cuando levita sobre el escenario.
  • 14 salidas. Con 7 entradas a ras de escena y 7 más en la parte superior del decorado, los actores y bailarines pueden acceder al escenario por múltiples sitios, incluso por el patio de butacas.

Desde el 6 de octubre en Teatro de la Luz Philips Gran Vía (Calle Gran Vía, 66). Desde 19 euros.

12 preguntas a Antonio Calvo, compositor

Hay una gran diversidad de estilos musicales...

La música se mueve en un rango muy ecléctico. Empezamos con un rollo medio ópera y zarzuela, que se transforma en un blues, que pasa después a ser un rap y de ahí a algo muy barroco... también hay un coro al estilo de Händel y de ahí a algo parecido a una banda sonora de Hollywood... Vamos navegando.

¿Cómo se le da coherencia a todo eso?

Naturalmente los seres humanos tendemos a meter en cuadrículas las cosas para entenderlas, pero esta combinación de músicas termina siendo orgánica, fluye... Para mi sorpresa le ha gustado mucho incluso a la gente mayor, de la que podías esperar que por ejemplo el rap no les cuadrara y sin embargo dicen ¡guau, así tenía que ser! El estilo de música me lo inspiró lo que pasaba en la acción. Si están unos bandidos en la hostería presumiendo de quién había matado más, ponerlo en música clásica en pleno siglo XXI me parecía que no iba a conectar.

¿Ayuda la métrica del verso clásico?

De hecho, casi toda la música tenía ya la métrica hecha por Zorrilla. La melodía la tuve que hacer sobre los acentos que daban las palabras.

¿Qué habría pensado Zorrilla de ver su obra musicalizada?

Yo creo que habría estado encantado, porque además él escribió una zarzuela de su propio Tenorio.

¿Alguna curiosidad?

A esta obra le sigue el número once... Zorrilla la escribió en 1844 y en 1855, once años después, se fue a México, allí vivió once años, en 1866 regresó a España y once años después, en 1877, cuando había perdido los derechos de su obra, porque la malvendió, hizo la zarzuela cantando todo el Tenorio.

¿Está presente ese once en algún sitio?

En todas partes. Por ejemplo, la mítica frase más conocida del Tenorio, "no es cierto, ángel de amor", está exactamente en el compás 165 de la partitura, si sumas los números 6 y 5, da once. El tempo al que dicen eso es 65 bits por minuto... Yo tengo un rollo un poco místico... siento que la música es magia y como el teatro, crean realidades. Es un espejo de lo que somos, transforma las conciencias de los espectadores. Nunca sales del teatro igual que cuando entraste.

¿No era ya complicado ponerle música como para encima buscar esos guiños?

Yo no quise que el compás fuera 65 para que diera once... pasó. Es simplemente sincronicidad. Cuando vas por el camino correcto, que es el camino del corazón (no el de la mente, que nos hace negar nuestros sueños, y nos dice "trabaja aquí, haz esto"), todo fluye.

¿Ha habido muchos cambios desde que lo pensó por primera vez?

Este ha sido un proceso de casi 27 años. El primer registro que hice de derechos de autor fue en 1989. Ahora lo que van a ver es la versión 5.0, lo que quiere decir que lo he compuesto entero cinco veces. Hoy todavía he hecho cambios...

¿Se acaba de crear la obra cuando se estrena?

No, de hecho tenemos un director que la chequea en todas las funciones, es un proceso vivo. Incluso es más fácil montarla que mantenerla (risas). Hay que seguir cuidándola.

¿Cómo se recoge la experiencia del público de las funciones previas?

Tú tienes en el teatro a quinientas personas y observas sus reacciones. Por ejemplo, haces que los actores salgan por la izquierda en una escena y hay aplausos al final del número. Cambias la salida para que la hagan saliendo por el centro, hacia una luz potente, y se cae el teatro.

¿Hay que darle gusto al público?

El gusto del público es algo imposible de alcanzar y de definir. Como decía Chespirito, la fórmula del fracaso es querer darle gusto a todo el mundo. Hay que seguir el corazón y hacerlo como crees que debe ser y esperar que eso le guste al público.

¿Cómo debemos disfrutar de Don Juan?

Es un gran trabajo de muchísima gente que se ha volcado con esto. Es tal la cantidad de información sensorial que hay al mismo tiempo que es imposible como espectador abarcarlo todo en un solo pase. La puedes ver diez veces y sigues descubriendo cosas.

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