La vida propia y crucial del color negro en la historia de la pintura

  • Una exposición en Múnich estudia la importancia del color acromático como metáfora y dispositivo de composición para los pintores.
  • Usado por Velázquez y Murillo para resaltar personajes o mostrar lo sombrío de la vida, el negro alcanzó una absoluta emancipación a partir del siglo XIX.
  • El proceso culminó cuando artistas como Beckmann o Malevich liberaron por completo al negro del naturalismo y lo dotaron de valor en sí mismo.
La chaqueta negra es signo de elegancia en este cuadro de Manet, donde el joven protagonista brilla sobre un fondo también negruzco
La chaqueta negra es signo de elegancia en este cuadro de Manet, donde el joven protagonista brilla sobre un fondo también negruzco
© Bayerische Staatsgemäldesammlungen, Neue Pinakothek, München
La chaqueta negra es signo de elegancia en este cuadro de Manet, donde el joven protagonista brilla sobre un fondo también negruzco

Color fuerte nacido de la ausencia de los demás colores y asociado a la muerte, la tristeza, el vacío y la melancolía, pero también al misterio, la elegancia, la anarquía, el peligro y la sensualidad, el negro es, con el blanco y el gris, el único neutral de toda la paleta cromática. El negro es la gran metáfora y, como tal, se yergue como uno de los mayores dispositivos de composición y simbolismo para el arte.

Imposible de conseguir en el sistema de síntesis sustractiva, donde los colores se crean mezclando pigmentos o tintes, donde la mezcla de los tres primarios, cian, magenta y amarillo, puede dar lugar a un color negruzco —hay hasta cincuenta tonos diferentes (azabache, petróleo, pizarra, grafito, carbón, ébano, humo, lava...)—, pero nunca al negro puro, para el cual es necesario un pigmento de este color acromático. En el paleolítico los pintores ancestrales usaban maderas previamente carbonizadas.

Restringido el tinte negro

Los artistas empezaron a dar importancia al negro bastante tarde. Hasta los siglos XIV y XV era usado como indicativo suntuario en el ropaje de monarcas y nobles e incluso llegó a estar restringido el comercio del tinte negro en algunas ciudades-estado. En las dos centurias siguientes, Rubens y Rembrandt fueron los pioneros en el empleo del espacio negativo en la composición y la iluminación mortecina en las escenas.

Velázquez, Murillo y Goya perfeccionaron la técnica y fueron grandes amigos de las coloraciones negruzcas, tanto para resaltar la importancia de los personajes de algunos retratos, a los que viñeteaban con manchas profundas, como para mostrar lo sombrío de la vida, la profunda melancolía que teñía de desencanto el estado de ánimo de España durante el Siglo de Oro.

'Sorprendentemente crucial'

La exposición Drei Farben Schwarz (Tres colores, negro), que acaba de inaugurar la Nueva Pinacoteca de Múnich (Alemania) y estará en cartel hasta el 23 de enero de 2017, quiere mostrar el papel "sorprendentemente crucial" del color negro en la historia de la pintura y la forma en que derivó su uso: desde el añadido de profundidad a las zonas oscuras de los cuadros hasta la representación de los "oscuros recovecos del alma".

La muestra contiene ejemplos de la nobleza que significaba la ropa negra, también llamada vestimenta de la corte española, como el Retrato de un joven, óleo pintado por Velázquez en torno a 1625, y la influencia del estilo del español en pintores como Edouard Manet, de quien se puede ver el hermoso Desayuno en el estudio, de 1868, donde el traje negro del joven protagonista es un signo más de su elegancia.

'Símbolo de una nueva religión'

Con la absoluta emancipación de color en el siglo XIX, el negro, sobre todo aplicado en gruesos empastes, adquirió un valor material propio, liberado por completo del naturalismo. Contribuyeron al nacimiento del anticolor como protagonista artistas como Max Beckmann o Kazimir Malevich, con su influyente Cuadrado negro, definido en 1915, cuando fue exhibido por primera vez, como el "el símbolo de una nueva religión", la abstracción pura.

En el selecto grupo de pinturas de la colección propia de la pinacoteca que conforman la muestra destacan otras obras de mediados del siglo XIX, de, entre otros, Johann Heinrich Füssli y Franz Xaver Winterhalter. En un cuadro de este último, Retrato de Graf Jenison-Walworth, los organizadores opinan que está condensada la esencia de la exposición, ya que "las múltiples tonalidades de negro y gris" revelan la variedad y las diversas formas de proyección de la luz de la piel, el terciopelo y la seda. "El espectador debe reconocer que se trata de color negro, pero no es simplemente negro", afirman.

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