La noche en blanco no sólo fue el sábado; los amantes del blues la tuvieron el viernes por la noche en la Riviera: tocaba Johnny Winter, el genial guitarrista albino. El genio estadounidense, de 63 años, apareció media hora tarde y tras una introducción de su banda.
Se presentó bastante castigado, con una palidez en la piel sólo rota por los múltiples tatuajes que asomaban pos sus brazos, con un sombrero de cowboy negro y, por supuesto, su melena albina recogida en una coleta.
Tomó asiento (el pobre no estaba para muchos trotes) y cuando comenzó a acariciar las cuerdas de su guitarra paró de envejecer. Al contrario, el blues cañero que emanaba de su instrumento obligó a menearse a todos los asistentes, que ocupaban casi tres cuartos de entrada del local.
Quizá sus dedos no se movían tan vertiginosamente como antes, pero desde luego el sonido era celestial. Fue en la tercera canción donde enfundó su meñique izquierdo con el slide (un pequeño tubo, generalemete metálico que ofrece la posiblidad de conseguir distintos sonidos de la guitarra). Considerado un maestro de esta técnica, Winter deleitó a sus incondicionales con su destreza
Apenas tocó una hora y veinte, pero en ese tiempo desgranó varios temas de su último disco 'I'm a Bluesman' (2004) y clásicos como Johnny Guitar o el emblemático himno de Bob Dylan, Highway 61 Revisited (donde volvió a destacar su dominio del slide).
Al final, el concierto resultó ser como las buenas esencias, que para apreciarlas se necesitan pequeñas dosis.
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