El vocabulario de sentimientos de los autorretratos de Jim Dine

  • El pintor estadounidense, nacido en 1935, recurre a la autorepresentación para entender su carácter, su firmeza y su intransigente seriedad.
  • La obsesiva pintura de sí mismo es una fuente de credibilidad y autenticidad emocional para este veterano que flirteó con el arte pop y el neodadaísmo.
  • Expone en Viena 60 autorretratos que forman un abecedario de emociones.
Jim Dine considera los autorretatos como medios de exploración interna
Jim Dine considera los autorretatos como medios de exploración interna
Albertina, Vienna © 2016 Jim Dine | ARS, NY | Bildrecht, Vienna
Jim Dine considera los autorretatos como medios de exploración interna

Cuando era un crío de seis años, Jim Dine (1935) vio un cuervo en una jaula y la dignidad del animal, presente pese al encierro, le fascinó tanto que no podía apartar los ojos del pájaro. El padre del niño se acercó y, hablando al cuervo dijo: "Hola, te presento a Jimmy". El niño atisbó en la simpleza de la frase una fórmula mágica. También él repitió al ave: "Hola, mi nombre es Jimmy".

La anécdota resume la obra de este veterano pintor, menos conocido de lo que exige su obra larga, intensa y sobria. Obsesivo en buscar credibilidad y autenticidad emocionales, ha recurrido desde hace décadas a los autorretratos para intentar pintar lo que está dentro de la jaula y formularse preguntas existenciales. Sus dibujos de técnica mixta son un abecedario de emociones que permiten entender el carácter,  la firmeza y la intransigencia seriedad de un artista sin parangón.

'Nunca miro hacia otro lado'

El título de la exposición lo dice todo: I Never Look Away (Nunca miro hacia otro lado). A Dine, que según la crítica y por pura justicia, debería estar a la altura de Andy Warhol,  Roy Lichtenstein y otras grandes figuras del movimiento al que perteneció —la del pop art estadounidense de postguerra—, sólo le interesa de un tiempo a esta parte mirarse a sí mismo, y, como dicen en el museo que acoge la muestra hasta el 2 de octubre, el Albertina de Viena (Austria), buscar un "vocabulario de emociones" a partir de los autorretratos.

Las 60 piezas que se muestran en la capital centroeuropea, todas de gran tamaño, son variaciones sobre un mismo tema: la cara del artista, para quien a estas alturas de carrera —fue un pionero de la happenings, un pintor de la banalidad cotidiana, un escandaloso y censurado autor de cuadros sobre órganos sexuales, un solitario casi ascético que vivió durante dos años en Berlín sin mantener relaciones sociales...— solamente interesa un motivo: el recuerdo y la memoria de sí mismo.

"Este soy yo corriendo detrás de mí mismo", escribe Dine en unas líneas caligrafiadas que dan paso a la exposición. El espectador encuentra, una vez iniciado el recorrido, percepciones del rostro manchado, borroso, sintético, esencial o complejo que el artista representa con una intensidad siempre carente de complacencia. La juventud, la vejez, la intimidad, la decadencia, la extroversión y la idea de la serialidad como método aparecen en este álbum familiar de autorretratos.

Elegido para la primera colectiva pop

Después de estudiar Artes en Cincinnati, su lugar de nacimiento, Dine se estableció en Nueva York en 1958. Relacionado con la camarilla del pop art y el ánimo de escandalizar con el antiarte del neodadaísmo, fue seleccionado para participar en la pionera exposición en California New Painting of Common Objects, la primera colectiva celebrada en un museo, el de Pasadena, dedicada a la corriente artística de los objetos cotidianos y las nuevas formas de comunicación publicitaria y televisiva.

Demasiado individualista para ser confinado en una corriente, Dine tardó poco en mostrar otras opciones. Pintó batas de casa, reinterpretó al Pinocho de Disney, firmó una serie sobre corazones reducidos a la forma de iconos, produjo abundante y potente obra gráfica —siempre se ha considerado "un dibujante que pinta"— y  terminó por abandonar los EE UU para buscar en París y Berlín nuevos ambientes.

'Marcadores de su prpio yo'

Si había pintado "marcadores de su propio yo" —las batas, calzado, utensilios....— como "marcadores de posición para su propio yo", ahora decidió trabajar con la "fascinación especial por los espejo" que sentía desde niño. Empezó así, en torno a mediados de la década de los años setenta, a pintar autorretratos de manera constante y obsesiva. Los considera una "autorreflexión artística".

Interesado en lo subjetivo, Dine es un pintor del interior. El autorretrato, consigo mismo como modelo, le ofrece una "total libertad e independencia" para "dedicarse de lleno a su preocupación principal, su propia auto-comprensión", dicen desde el museo. "Una y otra vez, los autorretratos se manifiestan como nuevas descripciones de un mismo núcleo invariable: Dine como ser humano" llevado al lienzo con "exclusividad monomaníaca".

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