UPO.- Trabajadora social ve que conductas infantiles inapropiadas pueden presentar normalidad en algunas etapas

  • La desobediencia, las rabietas, el negativismo son parte de los trastornos de conducta más habituales durante la infancia pero, en determinadas etapas del ciclo vital, pueden presentar "cierta normalidad", según ha señalado este martes la trabajadora social Adela María Aguilar, que ha defendido que "es necesario tomar medidas cuando la magnitud, frecuencia o perseverancia en el tiempo de estas conductas sean excesivas".

En el marco del curso que dirige, 'Rebeldía o desconcierto. Trastornos de conductas en menores', en la sede de la Universidad Pablo de Olavide (UPO) en Carmona (Sevilla), Aguilar ha sostenido que la coordinación entre los profesionales que intervienen con los niños y la familia es "primordial" para que sea efectivo el abordaje del trastorno.

"Dos niños iguales no existen, según los expertos; sin embargo, un indicativo de la poca incidencia de conductas inadecuadas en un menor es el establecimiento de un buen vínculo afectivo con sus padres. Ello pasa por estar más tiempo juntos desde edades muy tempranas, y para ello, el juego es un elemento esencial", ha sostenido.

A su juicio, no se trata solo de estar más con el niño sino que es "necesario" prestar más atención cuando efectúa conductas adecuadas y expresarle satisfacción verbalmente. Del mismo modo, "no hay que darle ningún tipo de satisfacción cuando presente episodios de rabietas o exigencias de caprichos", ha afirmado.

Según la experta, el estilo educativo de los padres es clave a la hora de educar a los hijos, siendo el más adecuado "aquel que combina la existencia de un alto grado de vínculo afectivo con un nivel de control sobre hábitos y conductas adecuados". Desaconsejando modelos totalmente autoritarios o que, contrariamente, no desempeñen ningún control sobre sus hijos.

"La familia posee el papel protagonista en la vida de los menores, el principal agente de socialización primaria, el encargado de que adquiera unos valores y una pautas de conducta que, sumado al tipo de educación formal por la que se opte, conseguirán la formación de la personalidad de los menores", ha defendido Aguilar, que ve "primordial" detectar e intervenir en los casos en los que se diagnostique un trastorno de conducta, denominado también trastorno disocial, caracterizado por la persistencia y reiteración de conductas que violan las normas sociales.

Los síntomas de estos trastornos suelen aparecer antes de los trece años y los expertos señalan entre los más comunes el síndrome del emperador -los niños se convierten en "verdaderos tiranos" en su relación con sus padres- o diversos trastornos como el de déficit de atención, con o sin hiperactividad, el trastorno negativista desafiante, los trastornos de alimentación o el trastorno obsesivo compulsivo.

Frente a la creencia popular que asume que los acontecimientos vitales negativos en menores o los problemas en el núcleo familiar están intrínsecamente relacionados con los trastornos de conducta, Aguilar ha expuesto este martes en Carmona que los avances en genética han descubierto que, en casos concretos, existen "los episodios de conductas que son consecuencia de un trastorno genético subyacente y no siempre todo puede explicarse en términos de educación".

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