El pintor y jardinero Gustave Caillebotte llega al Thyssen

  • La pinacoteca madrileña presenta una antología de uno de los impresionistas cuya importancia ha crecido con el tiempo.
  • Heredero acuadalado y dedicado de pleno a la pintura y a ayudar a sus colegas de movimiento, Caillebote fue un artista innovador pero murió a los 45 años.
  • La exposición se centra en una de las grandes pasiones, junto con la navegación, del creador francés: la horticultura y el diseño de jardines.
La mayor parte de los cuadros de jardinería de Caillebotte estaban destinados a decorar su propia casa en el campo
La mayor parte de los cuadros de jardinería de Caillebotte estaban destinados a decorar su propia casa en el campo
Musée des impressionnismes Giverny © Paris, Brame & Lorenceau
La mayor parte de los cuadros de jardinería de Caillebotte estaban destinados a decorar su propia casa en el campo

A menudo se conoce más a Gustave Caillebotte (1848-1894) por ser mecenas y coleccionista de arte: era de clase alta, tenía buen gusto y mucho tiempo libre. Pero además de apoyar a autores como Degas, Renoir, Manet y Monet, también supo invertir en sus variados talentos. El Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid trae a la capital una antología de uno de los creadores más originales y de prestigio creciente del impresionismo, un autor de altura pese a que murió de manera prematura a los 45 años.

Caillebotte, pintor y jardinero, programada entre el 19 de julio y el 30 de octubre y coorganizada en colaboración con el Musée des impressionnismes Giverny, la muestra contiene 65 obras de todas las etapas de un artista que se permitió el lujo —él y sus hermanos heredaron la fortuna paterna de una industria de fabricación de camas para el ejército— de entregarse por entero solo a aquello que la apasionaba: la pintura, la navegación a vela, la horticultura y el diseño de jardines.

Desprendido mecenas

Aunque durante décadas fue reconocido como un desprendido mecenas que ayudó, económicamente y organizando exposiciones, a sus amigos impresionistas con menos recursos financieros, la pintura de Caillebote ha ganado con el tiempo y la crítica ha reconocido sus novedosas aportaciones, sobre todo en materia de composición: empleaba ángulos poco frecuentes y escenas recortadas. Parte del estilo de su mirada procede de otra de sus aficiones, la fotografía, en la que destacó su hermano Martial.

Pese a que había recibido una formación basada en los valores académicos tradicionales, el pintor mostró siempre interés por romper con lo establecido. Sus primeras obras muestran una mirada original sobre la naturaleza y la ciudad moderna, con el tema cediendo protagonismo a las composiciones arriesgadas, dominadas por un puntos de vista casi cenitales y perspectivas oblicuas que crean un efecto de tensión.

Pintor de los parisinos

Militando en el bando de los pintores independientes que eran rechazados por los salones, Caillebotte asistió y dejó constancia con asombro de la transformación urbana de París entre 1852 y 1870, pero a diferencia de otros artistas contemporáneos, dejó de lado los característicos temas modernos como las estaciones de tren, los cafés y los abarrotados centros de ocio, para dirigir la mirada a los habitantes de la nueva ciudad, tanto los burgueses como los obreros, a quienes observa y describe.

En los meses de verano Caillebotte viajaba a Normandía, donde el mar y el paisaje atlántico le inspiraron para crear pinturas con una pincelada más suelta y una técnica más libre, ya totalmente impresionista. Fue un decidido partidario de la pintura al aire libre, que comenzó a practicar en la residencia neoclásica familiar de Yerres, rodeada de un extenso jardín de tipo inglés que plasmaría en varios lienzos.

Amigo de Monet, el gran jardinero

Años después, su encuentro con Monet, gozoso propietario de un jardín en Giverny, le hizo entregarse a la horticultura. En 1888, tras comprarle a su hermano su una parte de la finca de Gennevilliers, Caillebotte se instaló definitivamente en el campo con su compañera Charlotte Berthier. Amplió poco a poco la finca con parcelas adyacentes y se entregó a su sueño: la creación de un jardín y un huerto.

Junto con un invernadero con calefacción, el conjunto se convirtió el principal centro de operaciones del pintor, que invirtió tiempo y dedicación al estudio de la horticultura y al diseño y cuidado del jardín. Seguía un trazado rectilíneo basado en ordenados parterres, cada uno dedicado al cultivo de un árbol o flor determinados, e incorporaba los más modernos avances en jardinería.

Intensidad lumínica

La entrega, por supuesto, quedó reflejada en sus cuadros, ambiciosas composiciones, basadas en las flores y especies que cultivaba y destinadas a decorar el interior de su hogar, concebido a partir de ahora como una prolongación del espacio natural. Sorprende la intimidad y la personalidad que confiere a estas pinturas, así como el uso de primeros planos y la intensidad lumínica de su paleta.

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