Miguel Noguera: "La actualidad, la opinión y el posicionamiento político no van conmigo"

  • El cómico Miguel Noguera acaba de publicar 'La muerte del Piyayo'.
  • Este sexto libro repite el concepto de los anteriores: es una colección de microrrelatos ilustrados con dibujos hechos por el propio Noguera.
  • El escrito y dibujante ha contado a '20minutos' que a veces se autocensura pero solo para impedir que una posible polémica eclipse la broma en sí.
El cómico Miguel Noguera sentado en la rampa de la cafetería de un hotel de Madrid junto a una señal de precaución por suelo mojado.
El cómico Miguel Noguera sentado en la rampa de la cafetería de un hotel de Madrid junto a una señal de precaución por suelo mojado.
Jorge París
El cómico Miguel Noguera sentado en la rampa de la cafetería de un hotel de Madrid junto a una señal de precaución por suelo mojado.

Pocos cómicos hay en España —quizá ninguno— tan peculiares como Miguel Noguera, un tipo que convierte la cotidianidad más mundana en una mina de la que extrae diamantes de surrealismo (o realismo extremo, depende del caso): ideas, fogonazos que relata en sus espectáculos, unos monólogos conocidos como Ultrashows, y que muestra en sus libros a base de microrrelatos ilustrados con dibujos hechos por él.

Ahora, Noguera publica su sexto libro, La muerte del Piyayo (Blackie Books), una continuación de su obra que añade 160 páginas más a su ya característico universo en el que los simples objetos y situaciones del día a día adquieren una nueva dimensión.

La nota de prensa de este nuevo libro es un mensaje suyo rogando una entrevista, ¿tan mal está el sector editorial?

Había que hacer algún tipo de reclamo. Si yo hubiera entrevistado a Miguel Noguera hace un año, no iba a volver a entrevistarlo por un libro que es lo mismo en el fondo. Había esa preocupación en la editorial: "¿cómo hacemos para promocionar la misma mierda un año más tarde?".

Pero ofrecer lo mismo no es para nada algo negativo, ¿no?

No, es que es lo que hago. Siempre les propongo lo mismo de forma periódica. Mi objetivo estético es ese, producir un corpus de material homogéneo, un tejido de fragmentos que sea lo más infinito posible y que tú te puedas sumergir en cualquier punto de ese proceso y siempre obtengas esa gratificación puntual. Es como las tiras de Schultz, no quieres que sean distintas. Cambiamos la portada, metemos algún giro, pero el concepto es el mismo. Así que la estrategia de la editorial es "eh, que sale un libro al año de este tío, lo tienes siempre, el libro anual, con la misma medida...".

¿Qué diría para venderlo entonces?

El libro es muy especial, no hay muchos libros como los que hago yo, esto es cierto, para bien o para mal no pertenecen a una categoría concreta, eso mismo ya es un valor. Aunque luego te resulte repugnate y no entres para nada en el rollo, hay pocos libros así.

¿Por qué La muerte del Piyayo?

Existió el Piyayo, que era un gitano de Málaga. Y luego está la película La muerte del Piyayo. El título hace referencia a esa película porque hubo una época en la que mi suegro Agustín, cuando su familia le preguntaba "¿qué dan esta tarde por la tele?", él respondía invariablemente La muerte del Piyayo. En su cabeza no había nada en ese momento, no había respuesta, venía a decir que en el fondo todas estas películas que ponen por la tarde son la misma mierda, el mismo drama de sobremesa. Y ahora había que ponerle un título al enésimo libro y este valía. "¿Qué ha hecho Noguera? La muerte del Piyayo". Podrías llamar a cada libro La muerte del Piyayo.

La portada también es peculiar, ¿de dónde surgió la idea?

Yo le propuse al editor una fotografía de un chucho —también se le llama fartón o pepito—, un bollo cubierto de azúcar y con crema por el centro, con una rueda de esas que se compran sueltas y se atornillan a las patas de los muebles puesto sobre un suelo de tierra. La idea me vino un día mientras me duchaba. Pensé "esta foto es fácil de hacer" y podría ser la portada del libro y además la podría hacer yo. Al final, la foto la hizo un fotógrafo profesional, y precisamente por este hecho parece excesivamente perfecto y según cómo la mires parece que el bollo no estaba ahí realmente. Pero estuvo ahí, yo estaba sosteniéndolo, yo estaba con él durante ese momento, estaba en equilibrio, me manché de aceite aunque estaba muy seco porque llevaba una semana esperando al fotógrafo el bollo este...

En el prólogo muestra como una simples puertas torcidas pueden ser una inspiración.

No es tanto una inspiración como una realidad. No es que eso lleve a algo sino que ese algo ya es el final. Básicamente hay una tensión. Las puertas normalmente son paralelas pero en este caso están como movidas o inclinadas y se abren por abajo, no por arriba... Aunque también da mucha grima una puerta abierta por arriba si lo piensas. De hecho, la incertidumbre de qué da más grima, que las puertas se separen por arriba o por abajo, ya es para mí un contenido estético.

A menudo ha dicho que no hace humor ni opinión, ¿qué diría entonces qué es lo que hace usted?

En el prólogo digo que es una estética, aunque no sé si es muy acertado ahora que lo pienso. Al final si unes todos esos puntos, esos fragmentos, hay un gusto determinado, hay una afinidad por determinadas formas y situaciones y tensiones formales: algo que se contradice a sí mismo, algo incómodo de ver... Es mi gusto personal formal. Sobre todo es una máquina muy inmediata.

Todo lo que hay a su alrededor es susceptible de pasara a formar parte de su obra, ¿verdad?

En este hotel con mi mochila yo ya podría producir, porque tengo los papeles con una medida DIN A4 y hay estímulos en el hotel que de repente pueden haber detonado uno de esos fragmentos y yo me puedo poner a dibujarlo y luego lo escribo y ya tengo una unidad para añadir al tejido este de unidades. Hago una estética portátil.

Normalmente tiene un rictus muy serio, ¿nunca se ríe?

Hay que decir que me río poco. Mis conocidos me dicen "mira, ahora te has reído". Pero sí, puedo bromear y reírme. Sí que me río, joder, tampoco soy alguien que no se ría, pero soy consciente de la imagen que doy. Me han dicho que mi estado natural es como de persona devastada, de que estoy como preocupado. En mi vida hay angustia existencial constante atravesada por risas histéricas.

¿Hay autores u obras que le hagan especial gracia?

Sí, la mía no es una actitud depresiva. Yo tengo mis búsquedas pero son un poco como entre aliterarias y un poco veleta. De repente me interesa seguir hilos muy concretos: me obsesiono cono un libro o un autor determinado...

De lo que nunca escribe es de temas de actualidad, ¿por qué?

No hay compromiso. Yo no parto de ahí. Mis intereses son muy de pintor. Son formas. A mí el tema de la actualidad, de la opinión, el posicionamiento político en la obra de uno, no va conmigo para nada. Para mí no es un estímulo de creación. Yo siempre estoy en mi mundo de objetos y tal. A veces puede haber reflexiones como muy apocalípticas pero son generales. La actualidad en sí para mí no es un motor artístico.

Una de sus ideas más populares, la de la progresión de Cuéntame hasta alcanzar la velocidad de la luz, parece que va camino de hacerse realidad...

Es una idea compartida con Jonathan Millán. Toda esa investigación matemática la hizo su hermano. Yo creo que esto habrá llegado a los guionistas de la serie y seguro que se ha especulado con la tentación de que los Alcántara vean comenzar Cuéntame. Es muy lógico también. Yo si fuera guionista lo haría. Sería una buena jugada y yo creo que todo el mundo lo recibiría en su casa muy contento.

Su primer libro se titulaba Hervir un oso, pero en él no explicaba cómo, ¿no ha recibido quejas por ello?

No, pero me consta que, de ese mismo libro, la idea de administrar helio a un bebé para que su llanto se vuelva tan agudo que sea inaudible por los humanos... eso se le ha hecho un bebé. Por lo visto fue bien. Yo no sé qué clase de maníaco hace eso. ¿Tú qué coño sabes de las cuerdas vocales de un bebé?

¿Por qué sus espectáculos se llaman Ultrashows?

Cuando empecé con ellos, en 2003 o 2004, estaba yo con la palabra ultraviolencia muy en mente por los cómics estos de Ran Xerox. Eran cómics con violencia totalmente gratuita e inmoral o amoral. Eso me atrajo mucho, esta cosa como adolescente de que aquí lo importante son los tiros, los cuerpos destrozándose y da igual quién muera y de qué forma muera. Ese privilegiar como una pura forma violenta y desvincularla de cualquier contenido moral me atraía en ese momento y tomé la palabra de ahí.

¿Alguna vez se autocensura?

Sí, claro que sí. Me autocensuro porque si en el contenido que se va a tocar hay algo que yo sé que el público va a interpretar como "oh, pero qué frialdad, pero cómo estás tocando este tema de esta forma tan frívola" y sé que eso va a ser el protagonista y no el contenido, no la coña, entonces ya no me vale. Hay una censura porque lo que no quiero es que se piense que estoy como jugando a transgredir o a chocar al público, porque no es el objetivo. O sea, yo puedo hacer humor negro, me gusta y tal, pero no quiero que se me vea desde ahí. Hay censura para evitar esa doble lectura.

¿Qué tipo de público va a verle?

Hay gente joven, más jóvenes que yo, entre 20 y 30 años. Y muchos veo que son rollo diseñador, multimedia, como audiovisual... No sé, como gente del sector cultural narrativo. Pero también hay de repente espectadores inesperados, gente en avanzado estado de descomposición. De repente un abuelo progre o gente de derechas también. Te vienen a saludar unos chavales jóvenes como muy pijos, por ejemplo. Hay excepciones, pero básicamente son jóvenes creativos. No sé.

¿Se irá ahora de vacaciones?

Dejo de hacer el show en agosto, pero el libro lo voy haciendo siempre, un poco cada día.

¿Y a qué dedica el tiempo libre?

Es que claro, tampoco está claro donde está el tiempo libre. Es esta mierda así como de capitalismo tardío, como que todo el tiempo es trabajo, cualquier saludo a alguien es una inversión. Mi tiempo libre es cuando realmente me permito hacer un consumo muy pasivo de algo, como comer y ver la tele, da igual lo que pongan. Para mí eso es tiempo libre real, estar como un zombi.

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