Más de un centenar de cuadros bellos y salvajes de Georgia O'Keeffe, en la Tate Modern

  • La mayor retrospectiva fuera de los EE UU de la 'madre del modernismo' ilumina Londres con obras de todas las épocas de la incansable exploradora plástica.
  • La exposición presenta piezas de explícita sexualidad como la icónica flor blanca del estramonio y paisajes desolados y desérticos.
  • La pintora más cotizada en las subastas sufrió de ansiedad y la aplacaba repitiendo con neurótica insistencia las planicies baldías de su anhelada 'lejanía'.
El cuadro pintado por una mujer por el que más dinero se ha pagado en una subasta (44,4 millones de dólares): una flor de estramonio de Georgia O'Keeffe de 1932
El cuadro pintado por una mujer por el que más dinero se ha pagado en una subasta (44,4 millones de dólares): una flor de estramonio de Georgia O'Keeffe de 1932
Crystal Bridges Museum of American Art, Arkansas, USA. Photography by Edward C. Robison III © 2016 Georgia O'Keeffe Museum/DACS, London
El cuadro pintado por una mujer por el que más dinero se ha pagado en una subasta (44,4 millones de dólares): una flor de estramonio de Georgia O'Keeffe de 1932

Cuando murió en 1986, a los 98 años, en el cuarto de un hospital de Santa Fe (Nuevo México-EE UU), dejó establecido que su cuerpo debía ser cremado y las cenizas esparcidas desde la cima del Cerro Pedernal, una elevación de más de 3.000 metros de altura culminada en una meseta. La artista Georgia O'Keeffe había pintado varias veces la montaña, convencida de que la repetición implicaba la apropiación: "Es mi cerro privado. Me pertenece. Dios me ha dicho que si lo pinto lo suficiente será mío".

Los restos de la gran pintora, considerada no sin razón la madre del modernismo en los EE UU, fueron aventados desde el lugar, que domina una amplísima planicie y el lago artificial Abiquiu, en cuyas riberas había vivido hasta que la vejez la obligó al internamiento hospitalario. Adquirió en 1934 un rancho abandonado al que llamó Ghost Ranch (Rancho Fantasma) y acampó en lugares recónditos armada con pinceles y pigmentos. Sentía que aquel era su lugar y lo llamaba con una palabra simple pero atronadora: faraway (lejanía).

'No me gustan las flores'

La mayor retrospectiva nunca organizada fuera de los EE UU sobre la obra O'Keeffe —la pintora que tiene el récord de la mayor cotización en las subastas entre las obras de arte pintadas por mujeres— despliega en la recién ampliada Tate Modern de Londres un centenar de piezas de la pintora de la soledad, el adobe, la caliza, los espejismos causados por la luz blanca de los desiertos y la voluptuosidad de la flores —que odiaba: "no me gustan, son horribles, sólo las pinto porque son los modelos más baratos", dijo en su juventud—. La muestra se celebra entre el 6 de julio y el 30 de octubre y es una de las grandes citas del la temporada de verano-otoño.

Los organizadores destacan la presencia de cuadros tan sugestivos y de universalidad contrastada como Jimson Weed/White Flower number 1, la llena de simbolismo sexual flor de una datura de estramonio pintada en 1932 y que nunca había salido de los EE UU hasta ahora —es el cuadro vendido en 2014 por 44,4 millones de dólares que coloca a la artista a la cabeza de las más buscadas en las subastas—.

Paisajes desolados

Pero quizá los momentos más sobrecogedores de la muestra sean los paisajes desolados como Black Mesa Landacape, con los que O'Keeffe recapituló sobre la existencia, la devastación anímica y el camino árido de nuestras vidas, o los casi vacíos óleos de paredes de adoble (por ejemplo, In the Patio) sólo interrumpidas por los negros rectángulos de ventanas tras las cuales nada se adivina.

La Tate condensa en cinco los motivos que convierten la exposición en imprescindible. Los dos primeros son la "oportunidad única" de ver bajo un mismo techo obras de todas las épocas de la creadora, desde las abstracciones de juventud hasta los infinitos panoramas del territorio de los indios navajos, que ella llamaba "lugar negro" por la monocromía del paisaje, y la la destrucción del equívoco y falso cliché de que O'Keeffe era fue una pintora floral, cuando en su producción hay desde simbolismos surrealistas con esqueletos de animales muertos hasta espacios urbanos resueltos con ánimo minimalista.

La relación son Stieglitz: 25.000 cartas

Las otras tres razones para no perderse la cita son, según los organizadores, están más relacionadas con la técnica y el estilo: la condición indiscutible de la artista como generadora del modernismo estadounidense —expuso por primera vez en Nueva York en 1916—; su importancia e influencia en el círculo del pintor y fotógrafo y galerista Alfred Stieglitz (1864-1946), 24 años mayor que O'Keeffe, con quien vivió en pareja en una relación fructífera —se intercambiaron 25.000 cartas— hasta que decidió abandonarlo en 1929 por las infidelidades de él, y, finalmente, la importancia de la pintora en el nacimiento de la fotografía no pictorialista —fue modelo habitual de su amante y usó en la pintura las técnicas de la ampliación y el recorte—.

Convencida de la capacidad de la naturaleza para reflejar la humanidad y transformarla, dio rienda suelta en Nuevo México al espíritu independiente y al sentido de aventura que disfrutó toda la vida. La artista hizo en su arcadia privada dibujos cercanos a lo abstracto, respetando la planicie y la sencillez cautivadora del desierto, recorrió el territorio, acampó en lugares recónditos y recorrió en balsa los ríos como una exploradora. Trabajó en la mejora del pequeño y austero rancho que compró por diez dólares, poco más que cuatro paredes. Ahora es la sede del Georgia O’Keeffe Museum.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento