Lo reconozco: nací tarde, musicalmente hablando. Me habría encantado estar en el Londres de los sesenta, en Woodstock o en cualquier edición de Isla de Wight, por dar algunos ejemplos. Ver en plenitud a tanto genio: Pink Floyd, The Beatles, Clapton, Hendrix, Zeppelin, Miles Davis, The Who, los Stones, Bowie, Supertramp, Beach Boys, Bob Marley... a los clásicos de la música moderna, vamos. Nunca pensé que tendría la ocasión de ver a muchos de ellos sobre un escenario. Por eso, intento escuchar en directo todo lo que me permite mi bolsillo, con permiso, por supuesto, de las plataformas de venta de entradas –que también tienen su miga–. Espero que 2016 no siga cebándose con la música, pero... ¿qué viene detrás?

Hoy hay grandes bandas y musicazos increíbles: en España y fuera, y, por desgracia, muchos de ellos tocando en las calles. Hay esperanza, claro que sí, pero también mucha morralla, hay que reconocerlo. Y me temo que la industria cada vez le presta más atención a esta antes que a la música que se hace con criterio y corazón.

Que nadie me entienda mal, el marketing siempre ha existido. Pero, me pregunto: ¿Es la música ya un producto que se hace pensando en el éxito que va a tener, por efímero que sea, o en si los DJ de moda la pincharán desde sus pendrive? Capítulo aparte merece el Auto-tune, un programa que se usaba para corregir y mejorar ciertas notas en el estudio y que ahora sirve directamente para ocultar la voz tras una 'lata'. Si el timbre de voz humano es algo único, ¿por qué Kiko Rivera o Juan Magán –su ídolo– cantan igual que Rita Barberá en su hit de 2015, El caloret? ¿nadie se lo ha preguntado?

Recuerdo con cariño a un profesor que en los años de facultad nos decía en clase casi a diario: "Leed los clásicos, chavales". Tenía mucha razón, y creo que es algo perfectamente trasladable a la música, más aún mientras se pueda disfrutar en directo. Luego... ya veremos qué pasa.

Opinión relacionada al artículo:

MÚSICA:
'Young, Waters, Springsteen, Clapton, McCartney... incombustibles'.