Lo primero es obligado: formar Gobierno. Es decir, me pasaría la mañana hablando por teléfono para formar un gabinete de trabajo y convocar el primer Consejo de Ministros, en el que trataríamos cinco temas.
Primero, impulsar un acuerdo nacional por la Industria y la creación de empleo digno, lo que significará apostar por la Ciencia y la Innovación, derogar la reforma laboral y convertir, recuperando el diálogo social, el Estatuto de los Trabajadores en una Carta de Derechos Laborales.
Segundo, convocar a la comunidad educativa y a las instituciones para que el próximo curso escolar sea el del gran acuerdo que soñamos padres y madres. No se trata de derogar la Lomce, se trata de construir un acuerdo por la ciencia y la educación, triplicando en cuatro años la inversión en educación pública.
Tercero, aprobar el Ingreso Mínimo Vital para los 750.000 hogares sin ingresos que permita erradicar, en cuatro años, la pobreza que más nos duele, aquella que más nos indigna, la pobreza infantil.
Cuarto, convocar un gran acuerdo social, institucional y político contra la violencia de género.
Y quinto, proponerle al Congreso de los Diputados la apertura de una Ponencia para la reforma de la Constitución Española que blinde nuestro Estado del Bienestar, que abra las puertas a una mayor democracia, que avance en derechos y nuevas libertades, que dé el paso definitivo del Estado autonómico al federal y facilite la convivencia.
Luego, por la tarde, me dedicaría a abrir las ventanas y las puertas. Hace falta ventilar un poco. No solo en Moncloa. Todas las instituciones del Estado tienen que apostar por la transparencia y ser de nuevo accesibles a sus legítimos propietarios, que son todos los españoles.
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