El optimismo es palpable en cada creación de Eero Aarnio (Helsinki - Finlandia, 1932). El diseñador se unía en los años sesenta a la dinámica de romper con la seriedad, de utilizar nuevos materiales como el plástico o la fibra de vídrio y dejar atrás la sensación de rigidez en muebles y objetos cotidianos.

Si hay una misión clara en su obra es la liberación de la forma. Demostró ese deseo poco después de licenciarse en 1957 en el Instituto de Artes Industriales de Helsinki, cuando se convirtió en una figura mundial del diseño con la silla bola (1963).

El Museo del Diseño de Finlandia —Designmuseo— presenta en Helsinki la que anuncian como su exposición más ambiciosa del año. Hasta el 25 de septiembre, el centro alberga la retrospectiva más exhaustiva del trabajo del diseñador con una recopilación de piezas de varias décadas y un repaso a su carrera que incluye documentos para conocer más sobre los procesos de creación y fabricación de las obras.

Presentada en la Feria de Muebles de Colonia (Alemania) en 1966, la irresistible apariencia de la silla bola forzaba las ideas preconcebidas sobre lo que debía ser una silla. Quien contemplaba aquel mueble pop con dejes futuristas no podía reprimir las ganas de meterse en esa esfera forrada, pensada para reducir el ruido circundante y ofrecer una placentera sensación de privacidad.

"Su trabajo combina lo irracional y lo racional de modo casi esquizofrénico. La combinación de lo cómico y lo rebelde con formas reducidamente modernas crea una interesante tensión", señala Suvi Saloniemi, comisario jefe del museo.

En una exitosa trayectoria que empieza en la década de los cincuenta y llega hasta el siglo XXI, Aarnio ha inventado la silla burbuja (1968) —de forma también esférica, transparente y suspendida del techo—, la ergonómica silla Pastil (1967) inspirada en una pastilla de caramelo, la mesa en forma de tornillo (1991)...

Demostrando que los grandes éxitos no se concentran en los sesenta, la exposición demuestra que el ya octogenario autor ha seguido disfrutando de la creatividad traviesa que lo convirtió en imprescidible en la historia del diseño. Así lo demuestran la mesa Parabel (2002)—que en su minimalismo parece desafiar la gravedad— o Puppy (Cachorro), del año 2005, una pieza que combina lo escultórico con el juego y el mobiliario infantil.