Millennials gitanos: "Una generación empoderada que no vive bajo el yugo de nada"

  • Tienen alrededor de 30 años, estudian carreras universitarias, trabajan y reniegan de la imagen que dan los 'realities' sobre el pueblo gitano en la tele.
  • Se definen como "muy familiares", pero viven "en consonancia con el siglo XXI".
  • Lamentan que persistan los prejuicios y advierten: están hartos de justificarse.
  • BLOG: Es nuestra ignorancia la que invisibiliza al pueblo gitano.
  • Este viernes 8 de abril es el Día Internacional del Pueblo Gitano.
Visita de jóvenes gitanos españoles al Parlamento Europeo por la Roma Week.
Visita de jóvenes gitanos españoles al Parlamento Europeo por la Roma Week.
Secretariado Gitano
Visita de jóvenes gitanos españoles al Parlamento Europeo por la Roma Week.

En el reproductor MP3 suenan Los Cherokee con su Vengo mientras ella camina apresurada al Cercanías rumbo de la oficina. En el tren sonará Marina Heredia y, tal vez, Camarón de la Isla, que "los antiguos" también le gustan a esta joven que, por edad, pertenece a la generación de los millennials gitanos, chicos y chicas de 25 a 35 años que dicen vivir apegados a sus tradiciones pero "en consonancia con el siglo XXI".

Josefa Fernández, le llaman Pepi, tiene 29 años y es trabajadora social. Su hermano el mediano, el que vive con ella en la capital, está en cuarto de Derecho. El pequeño, de 25, es camarero en su pueblo de Albacete. Tiene un primo economista, trabajando en un banco, otro logopeda, otra auxiliar de farmacia... A su alrededor, explica, son muchos los jóvenes gitanos con estudios superiores, ya sean técnicos o carreras, sobre todo mujeres.

"Yo no conozco al millón de gitanos que viven en España, pero sí sé que el abandono prematuro de los estudios en nuestro pueblo tiene que ver con el entorno desfavorecido en el que viven más que con ser gitano", opina. Y algo sabe ella que trabaja dentro del programa educativo del Secretariado Gitano con menores, sus familias y los colegios en la ardua tarea de rebajar la estadística oficial de ese 64% de los jóvenes gitanos que ni siquiera logra el título de graduado en ESO.

"En Madrid es muy fuerte lo que sucede, los colegios tienen aparcados en una clase a todos los gitanos. Lo llaman compensatoria, pero que casualidad que sean todos gitanos. Dudo hasta de que sea legal, pero eso lo único que consigue es que fracasen. Muchos profesores deberían mirarse el efecto Pigmalión, y dejar de decirles a estos alumnos que no van a llegar a nada, o que total, se van a casar pronto, porque pueden acabar creyéndoselo y actuando como les dicen que harán".

Clichés en los 'realities' de televisión

Pepi Fernández es una gitana "orgullosa". Lo lleva como bandera. "Pertenece a mi identidad, jamás reniego, pero sí que a veces me siento harta de justificarme", señala en alusión a la de veces que se escucha desmontando los clichés de sociedad machista y mujeres sumisas que vierten en la sociedad a través de las ondas catódicas los 'realities' televisivos sobre los gitanos: 'Mi gran boda gitana', 'Los gipsy kings' o 'Palabra de gitano'.

"Mis amigas payas me preguntan si somos así de verdad y me consume justificarme y explicar que no", resopla, "esa imagen del gitano está creada por un guión televisivo, que nos ponen de bufones realmente y que hace mucho daño".

En el Madrid de 2016 en el que habita Pepi Fernández, su generación, los gitanos millennials, son "personas empoderadas que tienen estudios, que tienen un discurso propio y que no viven bajo el yugo de nada, gracias a que sus familias les han apoyado, han aprovechado la oportunidad de estudiar y también gracias a sus capacidades, actitudes y a los valores que nos ha dado la familia, como el esfuerzo diario y la superación".

Los abuelos de esta joven son de Jaén, donde se dedicaban al comercio de bestias (yeguas, mulas...) hasta que el éxodo del campo a la ciudad los trajo hasta Madrid. Ella nació en la capital, pero se crió en Ontur, un pueblo al sureste de Albacete donde la familia regentaba un anticuario y donde su padre, al que llaman Manolo 'el gitano', fue durante unos años concejal por el Partido Popular.

En toda su infancia albaceteña no encuentra ni un solo episodio de discriminación por ser gitana. La primera vez que lo sufrió estaba ya en la Universidad, en Madrid, y después lo sufre a menudo en las redes sociales.

"En la Complutense llegué a ponerle una queja a un profesor de Trabajo Social que en una clase dijo desde su atril que España no era racista y que jamás había habido leyes racistas. Le contesté que eso no era así y me soltó que es que nosotros los gitanos nos habíamos dedicado a robar toda la vida y nunca nos habíamos querido integrar". La Universidad no se dio por enterada de su queja, nunca le contestó. "Terminé la carrera y lo dejé pasar, pero hoy sabiendo lo que sé hubiera denunciado hasta en la fiscalía contra la discriminación y los delitos de odio".

En su entorno admite que hay gitanos que ocultan que lo son, "que intentan que no se sepa para no vivir con el estigma". Fernández cree, por el contrario, que "el estigma se destruye demostrando que no somos como dicen, que eso es fruto de una situación social concreta". Practica la batalla de revalorizar lo gitano y cree que en esto su generación "que está muy empoderada y preparada" tiene que dar mucho que hablar. De ellos destaca que les mueve el activismo, la defensa de los derechos humanos, al mismo tiempo que les interesa disfrutar de la vida con los amigos: "de cañas", "de compras", "de viajes culturales" o "escuchando flamenco en los bares del centro".

Pepi Fernández cree en Dios, "en un Dios que vela por mí, que es mi padre", aunque reconoce que no es practicante. Tiene un concepto de Dios propio y personal, que no clasifica ni dentro del credo evangelista, que siguen casi todos los gitanos madrileños, ni del católico, mayoritario en Andalucía.

Tal vez con el único de los tópicos con el que comulga Fernández es el que se refiere a la familia. "Somos una sociedad tradicional, pero eso no significa que no estemos en consonancia con el siglo XXI. Yo soy una mujer normal y corriente, salgo con mis amigos, viajo cuando puedo, estoy en Facebook conectada con gitanos de todo el mundo, no se diferencia mi vida casi nada de la de una paya. Salvo, eso sí, que en todas las decisiones importantes de mi vida cuento con mi familia desde el minuto cero, pero eso no es negativo, sino bonito. A mí me apena esa gente que solo ve a sus padres una vez al año".

Entre sus primas y amigas dice que casi todas están emparejadas con gitanos, aunque también conoce parejas mixtas, e incluso algunas que conviven sin estar casadas.

"A sus familias no es lo que más les gusta, prefieren un modelo más tradicional, pero hay una parte de nosotros que hace tiempo que ha roto con eso y las familias les apoyan y les aceptan. Se da lo tradicional, pero también lo otro y es positivo que se sepa". En su caso, no descarta que se pueda enamorar de un payo, "porque no eliges de quién te enamoras", pero no cree que suceda. "Las características que yo busco son de gitano: los valores, el entorno, la dinámica diaria está muy ligada a mi cultura. Un payo lo puede aceptar y respetar, pero no lo vivirá como un gitano".

Los preparativos del día de su pueblo (se celebra este viernes internacionalmente) apuran a Pepi Fernández a zanjar la conversación. Antes de despedirse explica que le gustaría, en un futuro no muy lejano, que este día se utilizara en todas las escuelas de España para enseñar la cultura gitana de manera transversal en todas las asignaturas. "No somos una cultura nueva, llevamos aquí desde 1.400. La lengua, la música (que es lo que mueve el alma), está influenciada por lo gitano. Los niños gitanos de los colegios se sentirían respalados si sus compañeros tuvieran que aprender de nosotros y empezaran a mirarnos por el lado positivo".

Mostrar comentarios

Códigos Descuento