En una ‘limousine' blanca, seguida del cortejo familiar, con un vestido de siete metros de cola y a través de una alfombra de casi cuarenta metros de larga cuajada de pétalos de flores, la novia se dirigía al improvisado altar situado delante de la fuente donde se halla el monumento a la Patrona del municipio.
Tras la boda civil los recién casados fueron subidos a hombros por los familiares y amigos entre cantos, jaleo y palmas. Tanto el inicio como el resto de la ceremonia estuvo presidida por una enorme e interminable lluvia de peladillas y monedas, mientras los invitados de ambas familias cantaban festejando el casamiento.
El alcalde Blaya confesó que, aunque no era su primera boda al aire libre, ya que recientemente ha oficiado una en alta mar abordo de una embarcación y otra a orillas del mar, sí que ha sido su primera ceremonia de este tipo donde la tradición, el rito y el folclore se aúnan en un espectáculo de alegría diferente a cualquier otro. Sin duda una experiencia para recordar por un alcalde que en sus obligaciones civiles como edil del municipio siempre está disponible para todos y se adapta, como buen profesional, a cualquier día, hora y circunstancia.
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